Un poco de aire




Para mi escribir es una forma de escapar de la realidad cuando noto que ya me empieza a faltar el aire por exceso de interacción social. Les pondré un ejemplo para que lo entiendan: cuando escucho conversaciones ajenas siempre acabo teniendo la certeza de que el mundo se está yendo al carajo irremediablemente y para contrarrestar esa sensación algunas veces me gustaría esconderme en uno de esos baños de minusválidos de los centros comerciales que suelen estar vacíos, en silencio y recién desinfectados. 

Aparte de eso escribir también me sirve para seguir adelante: si no fuera poniendo en su sitio las cosas que me pasan, al final el filete acabaría por hacérseme bola y no podría seguir tragando. Lo de seguir adelante, la verdad, es una frase hecha tan tópica como poco afortunada porque no conozco a nadie que ande de lado si no es por una cornisa y, además, ir hacia atrás rara vez sirve de nada, ni siquiera cuando se viene (como dicen por allá) Leo Messi en una contra con la pelota controlada y tú eres el último defensa y en el fondo -aunque esas miles de persona que ahora te miran nunca lleguen a saberlo- lo que a ti te gustaría en ese instante es irte a tu casa y abrazarte fuerte a tu osito de peluche. Así que "seguir adelante" en realidad quiere decir no deprimirme (más) ni enloquecer (del todo). 

En cierto sentido es algo parecido a lo que hace un explorador que utiliza su machete para abrirse camino entre el espesor de la selva amazónica, sólo que en cuerpo Verdana 12 y a unas horas de la madrugada en las que están a punto de cerrar hasta los puticlubs (digo yo, es un suponer) y ni siquiera los perros abandonados se toman la molestia de seguirte por la calle. El porcentaje de bichos peligrosos dispuestos a pegarte un mordisco en las partes blandas es, también, mucho me temo, bastante similar en los dos casos (me refiero a la selva y a la vida, no al puticlub, aunque, pensándolo mejor, quizás también). 

Al final escribo, lo confieso, porque soy un sentimental que ha aprendido que por mucho que uno se vaya las cosas siempre se vienen con uno y porque por más que lo intento (tampoco sé si lo intento mucho, para que les voy a engañar) no acabo de acostumbrarme a acostumbrarme y porque (ya acabo) es la única forma que se me ocurre de mantener la angustia a buen recaudo y de recordarme que, aunque a ratos parezca improbable, como en las películas de Tom Cruise, al final todo va a ir bien. 



ME DIJO QUE AMOR TUVE

A mi mamá le cuesta abrazarme
y preguntarme en qué ando.
Creo que no sabe qué estudié
ni de qué me recibí
pero me hace comida
para que traiga a casa
y hasta hace poco me ayudó
a pagar la obra social.
Ahora gano más
que las dos jubilaciones
juntas de mis padres
y me da una vergüenza enorme.
Mi psicóloga me dijo
que seguramente mi mamá
no hablaba mucho
conmigo ni con nadie
porque le pasaron cosas
que la metieron para adentro.
Y que si no me hubiera querido
ni me hubiera dado
los cuidados 
que de bebé necesité
no hubiera sobrevivido.
Que amor tuve, eso me dijo.

Un poema de Silvina Giaganti

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