Esperanza, luz y oscuridad



Durante las últimas elecciones americanas hubo cierto revuelo cuando Hillary Clinton se refirió a los partidarios de Trump como "basket of deplorables" (creo que la elocuente expresión no requiere traducción). Muchos comentaristas políticos (esos individuos que todo lo saben una vez que ha pasado) le reprocharon que esa afirmación había sido un error y hasta ella misma (que malgastó toda su campaña electoral vacilando y procurando no pisar ningún charco) acabó arrepintiéndose de haberla hecho.

Yo creo que el problema fue distinto: no insistió lo suficiente. Trump ha acreditado a lo largo de este tiempo un registro político que va de la misoginia al racismo sin abandonar nunca la mentira constante y la hipocresía elevada a la máxima potencia. Hay que dejar claro que esto es así y que muchos de sus partidarios son cretinos sin paliativos, indigentes intelectuales de opereta, supremacistas nazis, machistas y fascistas, todos ellos auténticos páramos morales en cuyo cerebro cualquier idea languidece por exceso de toxicidad y falta de riego y, en fin, protoretrasados que albergan la delirante convicción de que el mismo individuo que se hizo millonario declarandose en bancarrota para no pagar a sus acreedores va a dejarse las encías ocupandose de los problemas de una clase media que nunca le ha importado y a la que, si pudiera, no tocaría ni con un palo.

Es cierto que repetirlo una y otra vez no va a hacer que ninguno de esos fervorosos partidarios de Mr. Trump (como dice la lumbrera venezolana) se caiga del caballo, vea la luz y cambie de opinión (más que nada porque nadie convence a nadie de nada y porque los susodichos andan bastante escasos de luces). Pero, precisamente por eso, si partimos de la base de que no te van a votar por muy tibio y/o condescendiente que trates de mostrarte con ellos, tú unica opción pasa por hacer justo lo contrario: dejar muy claro lo que son y el peligro que suponen y convencer al resto de la población de que es preciso hacer frente a esa mesnada de gañanes por tierra, mar y aire.

Ese fue el fallo de Clinton: no fue capaz de hacer ver a su base electoral que en esa encrucijada, aunque ella no fuera la candidata perfecta, aunque careciera del encanto político de Obama y del de Bill Clinton, era una opción infinitamente mejor que el machista orangután inmobiliario que se había hecho con la candidatura republicana aplastando uno a uno a sus competidores a base de promesas irrealizables (cómo va el muro, señor Trump?) y un uso compulsivo del twitter a altas horas de la madrugada. Las elecciones no las ganó Trump, cuyos resultados fueron bastante mediocres: las perdieron los demócratas por meapilas y por tratar de hacer funambulismo político (a ver si con un poco de suerte no molestamos a nadie). 

Siempre que me asolan la melancolía y las ganas de quitarme un zapato y arrojarlo al televisor al vislumbrar la oronda jeta de Trump llenando de inmundicia la pantalla, procuro recordar un viejo discurso que Martin Luther King pronunció unos meses antes de su asesinato y que lleva por título “Hacia donde vamos”. En el decía lo siguiente:

“En ocasiones, nuestros sueños serán destrozados y nuestras esperanzas etéreas quebradas. Cuando nuestros días se vuelvan tristes y nos invada una nube de desesperanza, y cuando nuestras noches se vuelvan más oscuras que mil medianoches, recordemos que hay una fuerza creativa del universo que trabaja para derribar a las enormes montañas del mal, un poder que es capaz de superar cualquier obstáculo y convertir el oscuro pasado en un radiante porvenir. El arco del universo moral es amplio, pero se inclina hacia el lado de la justicia”.

Conservar esa fe y rescatarla de los infinitas tormentas que amenazan con hacerla naufragar es necesario porque hace de cada uno de nosotros personas un poquito mejores, seres humanos que no se arrodillan resignados ante la corriente de injusticia y mentira que a ratos parece anegarlo todo. El optimismo y la verdad perderán mil veces pero volverán a levantarse y, al final, acabarán imponiéndose, porque como una vez dijo el atormentado detective Rust Cohle, aunque no siempre resulte obvio, en realidad la luz le está ganando la batalla a la oscuridad.



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