Escribir es jugar con fuego


Oscurece en la habitación de hotel. La humedad se desliza por los contornos de las cosas. Huele a café y a moqueta. El viento aulla como un perro que pasa de largo. En la tele Ronaldinho marca de libre directo por debajo de la barrera. Mi novia me ha puesto dos correos electrónicos salpicados de faltas de ortografía. En realidad no dice nada, ni siquiera que me deja. La ciudad, solitaria y silenciosa, se parece a otras ciudades que no llegaré a visitar. En lugar de escribir acecho el instante en el que el imsomnio detendrá el tiempo detrás de los cristales. Más tarde, de madrugada, soñaré que he renunciado definitivamente a la certeza y que el mundo es un lugar bueno y amable en el que todo merece la pena.

Esa parte de la vida
más allá de la cual no se puede pasar
con propósito de volver.

Dante, Vita Nuova, XIV

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