Sonrisas sin lágrimas

Yo tuve una novia payasa. Tenía los ojos negros, muy negros y era medio gitana (por parte de madre). Nadie se ha reido nunca tanto como ella y nadie con una risa tan auténtica, pura y contagiosa. Tenía una niña pequeña, hija de una relación anterior con un tal Dayron o Marlon o Winston -soy fatal recordando nombres-. Cuando actuaba los niños se enamoraban perdidamente de ella y los papás también. Era despistada, se metía en toda clase de lios y los obreros le lanzaban piropos a mares cuando paseaba por la calle. En el fondo era tímida pero no dejaba que nadie se diera cuenta. Bueno, casi nadie. Ha pasado mucho tiempo y no se qué habrá sido de ella, pero imagino que sigue sonriendo. Y albergo la modesta esperanza de que nunca dejará de hacerlo.

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