Negociación con ETA
Después de unas merecidas vacaciones -algo largas o cortas según se vean desde fuera o desde dentro- vuelvo a la carga.
Estos días me ha dejado bastante anonadado un reportaje editado recientemente sobre la situación de los familiares de las víctimas de ETA en el País Vasco. El grado de presión y marginación social a la que vienen siendo sometidas es una cuestión bastante conocida y no requiere mayor análisis.
Del reportaje sorprende, en particular, el grado de nihilismo de una parte notable de la ciudadanía vasca, que sigue excluyendo el tema en sus conversaciones -para no generar mal rollo y seguir poteando agusto sin incurrir en feos asuntos políticos-. Una sociedad que acepta el mal mirando hacia otro lado es una sociedad profundamente insana.
Sin embargo, ese nihilismo, a mi juicio, ha podido rastrearse también en una buena parte de la sociedad española con ocasión de la manida "negociación con ETA". A un lado el PP -con su ya característico no a todo, sea lo que fuere- y al otro el PSOE con una postura que ha constituido no sólo un fracaso -a la luz de los hechos acontecidos- sino, lo que es peor, un auténtico error conceptual y estratégico.
Yo soy socialista: voto socialista y creo en lo que un día Borrell definió como pasión por la igualdad. Lo soy por tradición familiar y, sobre todo, por convicción personal. No obstante, durante meses he asistido con estupor a un proceso de negociación totalmente carente de sentido:
1) Desde un punto de vista psicológico ETA es un animal jerárquico. Si le golpeas se arruga y retrocede. Si te sientas a negociar se crece. Es sabido que, al inicio de las negociaciones, uno de los etarras encarcelados llamó a Arnaldo Otegui y le dijo: Bueno, entonces, hemos ganado no?
Como lector habitual de Gara -hay que saber lo que piensa el demonio- contemplé como la negociación era vendida entre las huestes filoetarras como una auténtica victoria. Como la demostración de que tras todos esos disparos y esas muertes el estado se avendría, finalmente, a negociar. Técnicamente era así: esa negociación nacía de la perseverancia en el ejercicio del asesinato. Y lo peor de todo: sentimentalmente era sinceramente vivida como un triunfo.
2) A primera vista no hay nada malo en negociar. Suena bien y oponerse a la "negociación" parece una postura carca y fachendosa. Pero -suele haber un pero- negociar tiene poderosas implicaciones morales que no podemos desconocer. Al sentarnos a negociar eliminamos, de forma imperceptible pero inevitable, las diferencias morales entre los negociantes: si entregamos cualquier cosa a quienes matan -por pequeña que sea- sus asesinatos han tenido sentido. Y, en paralelo, las muertes de cientos de policías, militares, concejales y ciudadanos en general se convierten en algo un poco más absurdo -si cabe- porque al final los del otro lado de la pistola eran los que tenían razón: mataban, en última instancia, para conseguir esa negociación y la han conseguido.
3) Por otra parte la teoría de la negociación indica que esta tiene sentido cuando las partes piden cosas que, de alguna forma, la otra parte puede llegar a aceptar en todo o en parte. Si evaluamos las archiconocidas peticiones de ETA (derecho de decisión de los vascos, unidad territorial que incluya a Navarra, excarcelación de los presos) durante el proceso observamos que eran no sólo ilegales sino, en su mayor parte, directamente inconstitucionales -con lo cual ningún representante del gobierno podía concederlas en modo alguno-.
La negociación con ETA es un ejercicio de lo que puede calificarse como buenismo idiota: un acto realizado con la mejor de las voluntades pero sin tener en cuenta sus implicaciones morales y estratégicas. En otros términos: una estupidez.
¿Por qué gran parte de la sociedad española consideraba normal o incluso plausible esa estupidez? La respuesta es sencilla: porque anodadada por la muerte y por los telediarios, la gente le pide al gobierno -esto siempre me resulta muy curioso- que haga que la violencia cese sea como sea y por eso reclama la paz -como si estuvieramos en guerra- o la negociación -como si hubiera algo que negociar-, olvidando que el objetivo de cualquier sociedad ha de ser, antes que ningún otro, el respeto a los derechos humanos.
Hace tiempo leí que el mayor problema de Euskadi no es ETA sino una Sociedad que es capaz de vivir tomando vinos alegremente e ignorando la realidad de sus víctimas.
ResponderEliminarRespecto de la negociación sólo decir que cualquier manual de Negociación te dirá que negociar es ceder hasta una línea roja. ¿Dónde colocamos la línea?
Creo que en este caso, la manida negociación puede encubrir una trampa saducea.