Mascaras perdidas en la noche


Añoro el umbral de otras vidas.
no podía ser de otra manera.
Nada cruza el abismo del que espera,
nadie sobrevive aguardando en la orilla.

Mis vecinos me saludan cordialmente,
tienen hijos y recortan el césped los martes.
En secreto, envidio todas esas vidas rituales
que juzgo eficaces y solemnes como la muerte.

Por eso reniego del sabor de esos abrazos
y una y otra vez invoco en citas apresuradas
amores desordenados que llegan y se van
apilando los recuerdos en cajas de cartón.

Aun así, no niego que me divierto al acecho
como un viejo que repite su número de circo
en homenaje a un tiempo que ya se ha ido
y que nunca fue del todo nuestro.

PD. Para Helena, en memoria de los que nacimos sin brújula.

Comentarios

  1. No existe brújula para la vida, sino un constante perderse y encontrarse; y morir un poco en cada extravío, para renacer con nuevo plumaje en cada reencuentro.

    Muy hermoso, Alfredo. Gracias.

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