Fanatismo y dogmatismo
El fanatismo es anterior a Osama Bin Laden. Anterior a Stalin y Hitler. Es más viejo que el islam, el cristianismo y el judaismo. Más antiguo que cualquier cultura, estado o sistema político. Es un componente esencial de la naturaleza humana que ha compartido nuestro camino durante miles de años de evolución.
Por fanatismo no me refiero sólo a las manifestaciones más evidentes de idolatría y fundamentalismo que aparecen cada día en los telediarios. Más silencioso y civilizado, el fanatismo surge por doquier en forma de culto a la personalidad de líderes políticos, religiosos, sociales o deportivos que traspasa la línea que separa lo razonable de lo estúpido y, especialmente, en todo lo que tiene que ver con el chovinismo nacionalista y la religión.
El fanatismo es una edificio que se sostiene, en realidad, sobre un único pilar: la superioridad moral. El fanático se cree mejor que tu y, partiendo de esa hipótesis absurda, pretende hacerte el favor de redimirte -convirtiéndote, cambiándote, haciendo que, por fin, veas la luz- o, en caso de que opongas excesiva resistencia, volarte por los aires para que no contamines el mundo con tu mal ejemplo.
La esencia del fanatismo es justo esa: obligar a los demás a cambiar: mejorando al prójimo, enmendando a la esposa o convirtiendo al niño en el ingeniero aeronaútico que uno (ay) no pudo ser. Nosotros sabemos lo que es bueno. Por supuesto que si.
Por eso es esencial tener cuidado cuando opinamos, y más que nunca cuando es posible que tengamos razón, porque como dijo un poeta judio, Yehuda Amijai, "Donde tenemos razón no pueden crecer flores".
Por eso precisamente, el sentido del humor es el mejor antídoto contra el fanatismo. Un fanático puede ser sarcástico pero no puede tener sentido del humor porque el humor implica la habilidad de reirse de uno mismo. Ese relativismo, esa habilidad para verse con los ojos de los demás y a los demás con sus propios ojos, la capacidad de caer en la cuenta de que incluso cuando estamos cargados de razón todo resulta, al fin y al cabo, bastante ridículo, es incompatible con el dogmatismo severo de los fanáticos, que ignorando el placer de la duda, habitan un angosto universo de prejuicios severos y certezas inamovibles.
¿A que viene todo esto? Pues a que cada día estoy más convencido de que habito en un país de dogmáticos, en el que cada taxista tiene una noción exacta de como gobernar un país y el universo entero si hallara ocasión de demostrarlo.
Yo, en cambio, soy un mar de dudas sobre casi todo lo importante. Por eso, y porque tiendo a tener opiniones propias -como decía la canción, buenas o malas pero mías- cuando opino de cualquier cuestión política o social siempre consigo, sin proponérmelo -lo juro- dejar insatisfecho a todo el mundo: para los fachas soy un progre asqueroso, para los progres un tio raro que dispara en direcciones confusas y, por tanto, poco fiables (por citar sólo dos ejemplos, soy ecologista pero me gustan las centrales nucleares -he vivido cerca de una central térmica toda mi vida y se bien hasta que punto éstas son la peor de la mierdas posibles aunque pocos se atrevan a decirlo- y creo que los políticos son bastante idiotas pero, a diferencia de lo que cree cualquiera de mis conciudadanos, no me parecen ni más idiotas ni más corruptos que el común de los mortales -taxistas y funcionarios incluidos-).
Se que en ese terreno medio, a la intemperie, no tengo demasiadas posibilidades de supervivencia. No solo por el fanatismo imperante sino, porque, además, como dijo Borges, este siglo ha asistido a la derrota definitiva del realismo en favor del nominalismo: la gente no juzga las cosas por lo que son y por lo que valen sino por los nombres que reciben (Progre bueno, facha malo, conservador hombre de orden, rojo asesino de curas, israelís chungos, palestinos fashion, israelís demócratas, palestinos terroristas), siempre al servicio de una dialéctica bueno-malo con la que se obtiene una visión deformada y simplista de una realidad que, queramos o no, siempre es mucho más compleja y desconcertante.
Si hay un problema (por ejemplo el que ahora sufren mis compañeros del INEM, atascados por el aluvión de solicitudes de prestaciones) no se abordan sus causas reales: hagamos un diagnóstico de la situación actual, averiguemos los problemas de fondo que la explican, tomemos decisiones para resolverlos y comprobemos si funcionan aplicando el método científico: prueba y error. Dejemos lo que funcione y cambiemos lo que no lo haga.
En lugar de eso se adopta una perspectiva mágica de la resolución de problemas en la que las palabras parecen tener resonancias míticas: hay que hacer cambios radicales, hagamos un plan de choque. Un plan de cambios ¿con qué cambios? y un plan de choque ¿para chocar contra qué y de qué forma? Pura retórica nominalista, vacio en forma de palabras para que todo siga igual pero, eso si, haciendo que la responsabilidad sea, a ser posible, de otro. Política en el peor sentido de la expresión.
Nos guste o no, el dogmatismo y el nominalismo son un río que atraviesa nuestro mundo llevando una corriente fortísima, a la que resulta árduo sustraerse. Por lo que a mi respecta puedo afirmar que, equivocándome mucho y errando no pocas veces, me aferro a lo que va quedando de mi viejo espíritu crítico y a algo del sentido del humor que aún no he perdido para nadar contra corriente. Sin doblarme demasiado (mi espalda no me lo perdonaría) ni agacharme siempre que me lo ordenan.
No es mucho, ciertamente, pero en los tiempos que vivimos, no es poco.
"He examinado mi conciencia y mi trayectoria, y no puedo afirmar que siempre haya sido justa y sensata, pero he intentado buscar la verdad con diligencia..." (Edward R. Murrow, Buenas noches y buena suerte").
Somos raros... qué se le va a hacer. Eso pasa por pensar, pero el gobierno tiene un plan perfecto para terminar con la gente como nosotros: se llama ESO y nos condena al exterminio. ¿Conseguiremos una subvención, como para los osos y los linces?
ResponderEliminarUn saludo.
Los fanaticos y los dogmaticos, son 2 intolerantes absurdos e inpresentables ante la sociedad modera... la cual apela a la tolerancia y la admision de las creencias hetereogeneas.
ResponderEliminarel que no esta de acuerdo con lo que digo, se pudrira en el infierno...
GRACIAS
Resulta que descubrí tu blog hace unos días y me he puesto a leer desde el principio. Me gusta. El caso es que he visto algún comentario de hace años en el que alguien firma "H", casualmente yo he firmado así mismo, pero no soy esa hache si no la hache del año 2017. En fin, que detesto los malentendidos y no quisiera que me confundieses con una hache de tu pasado. Y ahora te imagino leyendo y pensando... "y a mí que me importa".
ResponderEliminar(Ya sé que no me vas a leer porque esta entrada es muy antigua. Nunca he tenido un blog pero supongo que los blogueros sólo revisaréis las recientes. Es una especie de gato de Schrodinger. Como no publicas los comentarios, desde mi perspectiva están a la vez leídos y no leídos)
Desde ahora soy Schrodinger.