¿Me quieres?



Las mujeres habitan un mundo interior lleno de densas redes tejidas con todo aquello que se debe y no se debe hacer. Ese entramado voluntarista no es natural, genético ni sexual, sino el producto poco sutil de una educación machista que aun reverbera por todas partes y que aspira a convertirlas, a poco que ellas se dejen, en seres especializados en el cumplimiento de todo un tropel de variopintas obligaciones (una niña no debe.... una mujer nunca debe...) que con demasiada frecuencia va en contra de sus propios intereses.

Ese predominio de la voluntad en el discurso interior tiene, con todo, algunas ventajas. Convierte a las mujeres que se lo proponen en excelentes opositoras (por eso de que el que quiere puede, al menos si tiene la suerte de ser lo bastante listo) y, además, les permite trabajar multitarea cual procesador de última generación, atendiendo múltiples obligaciones aquí y allá sin dejar nunca ninguna descolgada;  mientras que nosotros, pobres protohomínidos, tenemos toda nuestra mente -que no es mucha- puesta en lo buena que está la compañera de la mesa de enfrente y en cuánto nos gustaría ponerla mirando a Camboya (el sexo aspiracional, que es, con diferencia la forma de sexo más abundante del universo).

Sin embargo en materia amorosa todo ese voluntarismo se convierte en algunas ocasiones en un lastre. Una chica conoce a un tío que, al poco haberse iniciado el correspondiente matrimonio/noviazgo/relación indefinible y despojado ya de su efímero hálito de seductor, se revela como un auténtico hijo de puta sarnoso. La reacción lógica sería poner pies en polvorosa lo antes posible pero ay... eso sería renunciar, fracasar y... al menos hay que intentarlo, porque, ya se sabe, querer es poder...

Y ahí, justo ahí, es donde muchas mujeres se atascan, porque la decisión racional (salir por patas) se opone a todo un universo de obligaciones fieramente interiorizadas (aguantar, resistir, perseverar, intentarlo) que son de hecho excelentes en otros ámbitos pero que resultan muy peligrosas en este. Por eso todos conocemos tías inteligenes, guapas y estupendas que malgastan su vida con toda una caterva de lastimosos cretinos: drogatas, maltratadores físicos y/o emocionales, borrachos, sempiternos cabreados, puteros e incluso pederastas; mientras que lo contrario no ocurre o ocurre en un porcentaje negliglible porque el hombre no ha sido educado para aguantar nada ni a nadie (por desgracia, ni siquiera para aguantarse a sí mismo, cosa que resolvería gran parte de los problemas anteriores).

El voluntarismo tiene, desde el punto de vista femenino, además, un segundo peligro. No es solo que se subordine la conveniencia a la voluntad, lo que, como acabamos de ver, puede tener consecuencias catastróficas, sino que, dando un paso más, se subordina la interpretación de los hechos a la única cosa que acaba por imponerse a esa voluntad: los sentimientos.

Por eso cuando las mujeres enamoradas (se que es una generalización y soy consciente de lo que eso implica, pero no olvidemos que no se puede teorizar sin generalizar) tienden a confundir los hechos con sus deseos en un intento desesperado de hacer cuadrar la realidad con sus propias emociones, olvidando que el universo de las relaciones amorosas se rige por reglas fácticas (lo que ocurre en el mundo real) y no por ensoñaciones, complejas interpretaciones ni sesudas reflexiones.

Frases como: "bueno, es una relación rutinaria/estable pero tal y como están las cosas debemos considerar esa rutina/estabilidad como algo positivo", "el me quiere pero a su manera", "se que pensará en mi cuando se muera porque nadie le ha querido como yo" o "no importa que se haya comprado un piso con otra porque es sólo una inversión", son excelentes ejemplos de ese collage sensorial en el que la realidad se ha disuelto en un magma emocional que es capaz de darle la vuelta como una tortilla a la realidad cuando los hechos no cuadran con lo que uno siente: "no me llama porque está muy ocupado", "el querría estar conmigo pero su situación lo hace imposisble".

Ocurre, en realidad, que las cuestiones amorosas son mucho menos complejas de lo que tendemos a creer porque, con toda sus idas y venidas, se atienen a dos reglas básicas:

1) Si te quiere está contigo. Si no está contigo es que no te quiere (no importa cual sea la calidad de la excusa o la justificación).

Pasar cada noche tres horas en la cama dilucidando si Pedro me quiere o no me quiere analizando sus  infrecuentes llamadas o el hecho de que haya empezado a salir con la vecina es un ejercicio masturbatorio e irrelevante porque no altera la realidad: no te quiere porque si te quisiera se moriría por verte y estar contigo. Punto.

La observancia de esta sencilla regla hubiera salvado cientos de miles de horas de llanto y varios millones de vidas desperdiciadas al servicio de un amor que solo existe en la imaginación del portador.

2) Si no está contigo te hará daño.
 
No importa que te repita que el no ama a su mujer y que a quien quiere es a ti. No importa que desde el principio fuera sincero y te dijera que nunca iba a dejarla. Si no está contigo, si no eres su pareja en todos los sentidos, si no se establece una relación de igual a igual, al final, el daño irá creciendo y más pronto que tarde se hará insoportable.
 
Son dos reglas triviales. Tan triviales que, absortas en ese mundo interior en el que cada mujer intenta domesticar a todos sus tigres emocionales, suelen olvidarse por completo.

Comentarios

  1. Es posible que haya mujeres así pero has generalizado mucho. También hay hombres que están con quien no quieren y no están con quién realmente quieren.

    ResponderEliminar
  2. 1º. No me quiere y no está conmigo. Le quiero pero no estaría con él.

    2º. Me quiere y estaría conmigo. Me quiere tanto que yo no estaría con él.

    3º. Esta conmigo y estoy con él. No sé si me quiere ni yo sé si le quiero a él.

    4. No ha llegado ni problablemente llegará: a quién yo quiera, que me quiera y con quién yo quiera estar.

    ResponderEliminar
  3. Está claro que cuando alguien nos quiere se nota, no es necesario ni preguntarlo ni preguntárnoslo.
    En cualquier caso, del tiempo vivido he aprendido lo positivo que ha sido para mí balance vital particular el hecho de no haber sido correspondida, en esto del querer, por alguna que otra persona. Cuando pasa el tiempo y vuelves a reencontrarte con aquel chico que te gustaba tanto pero que no te hacía caso y piensas ¡menos mal!
    El no ser correspondidas nos ha librado de algún egoísta, mentiroso, tacaño maltratador, infiel, impotente, poco hábil en el amor, de dudosa inclinación sexual, aburrido, celoso,… y demás joyas con cualidades diversas.
    El no ser correspondidas, por aquel idiota que parecía tan listo porque hablaba o escribía tan bien y que ha acabado trabajando en un taller o en una oficina con un sueldo mini y ahora tiene, con suerte, una hipoteca y un coche que paga a plazos y poco más, nos hizo tomar otros caminos y encontrar algún hombre estupendo que nos tiene como las reinas que somos.
    El gilipollas y, sin duda, maleducado que nos dejo plantadas e hiperarregladas con excusas de lo más variopintas e increíbles, ahora va de relación en relación, siempre de mal en peor, en clara tendencia a quedarse más sólo que la una. Tan sólo y vacío como en el fondo se siente. Y se cuelga de la Net buscando en ese universo lo que no encontrará en este…
    Por eso y en concusión, si no te quiere, mejor para ti, sin duda.

    ResponderEliminar
  4. Todo lo que sucede me conviene.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

¿Algún comentario?