Cazadores de domingo por la tarde
Para entender el éxtasis que estalló en España tras el gol de Iniesta en la final del mundial he reunido tres hipótesis distintas -en realidad complementarias- que me parecen sugerentes:
1) El mono que somos (todavía)
La gran primatóloga Jane Goodall declaró que en las peleas de piedras que se producen entre los chimpancés, cada banda de primates cuenta con una cuadrilla de hinchas que no participan directamente en la batalla pero que no paran de gritar, golpearse el pecho y jalear a los suyos.
Como dijo Freud: el narcisismo de cada ser humano tiene también un componente colectivo, y por eso uno puede sentir orgullo o vergüenza no sólo por sus éxitos o fracasos individuales, sino también por los que experimenta como miembro de un colectivo -aunque su participación individual no sea relevante en absoluto-.
En el caso del Mundial, los jugadores que lucen la camiseta tribal se convierten en iconos totémicos que encarnan al ego colectivo, y por eso sentimos sus victorias o derrotas como algo nuestro. Sólo así puede explicarse el estallido de euforia que sintieron los millones de evolucionados primates que se echaron a la calle en una ceremonia ritual de efervescencia colectiva, con los colores rojo y gualda pintados en el rostro y cantando con orgullo el nuevo himno tribal: «Yo soy español…».
2) El cazador que somos (todavía)
Carl Sagan lo explica en un artículo brillante: "Cazadores de lunes por la noche" (los lunes por la noche se emiten por televisión los partidos de fútbol americano):
"Tenemos que considerar, pues, que durante millones de años nuestros antepasados varones fueron nómadas que lanzaban piedras contra las palomas, corrían tras las crías de antílope y las derribaban a fuerza de músculos, o formaban una sola línea de cazadores que gritando y corriendo trataban de espantar una manada de jabalís verrugosos. Sus vidas dependían de la destreza cinegética y del trabajo en equipo. Gran parte de su cultura estaba tejida en el telar de la caza. Los buenos cazadores eran también buenos guerreros. Luego, tras un largo periodo —tal vez unos cuantos miles de siglos—, muchos varones nacían con una predisposición natural para la caza y el trabajo en equipo. ¿Por qué? Porque los cazadores incompetentes o faltos de entusiasmo dejaban menos descendencia.
Tales inclinaciones tienen que seguir presentes en nosotros después de 10.000 generaciones en las que matar animales fue nuestro valladar contra la inanición. Y ansiamos ejercerlas, aunque sea a través de otros. Los deportes de equipo proporcionan una vía.
Una parte de nuestro ser anhela unirse a una minúscula banda de hermanos en un empeño osado e intrépido. Podemos advertirlo incluso en los videojuegos y juegos de rol tan populares entre los varones preadolescentes y adolescentes. Todas las virtudes masculinas tradicionales —laconismo, maña, sencillez, precisión, estabilidad, profundo conocimiento de los animales, trabajo en equipo, amor por la vida al aire libre— eran conductas adaptativas en nuestra época de cazadores-recolectores.
Todavía admiramos estos rasgos, aunque casi hemos olvidado por qué."
3) Queremos que nos quieran (antes, ahora y siempre)
Añado, por mi parte, una explicación que complementa, a mi juicio, todo lo anterior. Todos queremos que nos quieran y para que nos quieran es esencial sentir que formamos parte de algo, ya que, si somos sinceros con nosotros mismos sabemos que siempre nos queremos a través de los ojos de la personas que nos importan.
Hace algunos años una revista americana publicó la historia de una profesora de instituto de matemáticas. Una tarde pidió a sus alumnos que escribiesen los nombres de todos sus compañeros de clase, dejando un espacio entre cada nombre. Después les pidió que pensasen y apuntasen en la hoja una cualidad positiva, algo especial, que quisiesen destacar acerca de cada uno de ellos. Al final de la clase recogió las hojas y durante el fin de semana preparó un folio con el nombre de cada alumno, y allí reunió todos los elogios que había merecido por parte de sus compañeros. Entregó su hoja a cada alumno.
Varios años más tarde uno de estos alumnos, un joven llamado Mark Eklund, murió en Vietnam. Cuando el cuerpo fue repatriado a Minnesota casi todos sus antiguos compañeros, y la profesora de matemáticas, asistieron al funeral. Después del funeral el padre del joven soldado dijo a la profesora: «Quiero enseñarle algo», y sacó una billetera de su bolsillo. «La tenía Mark cuando lo mataron. Creo que era importante para él y que tiene que ver con usted». Abrió la billetera y sacó dos folios de papel gastados por el uso. Era la lista de cualidades que los compañeros de Mark habían elaborado hacía años. A raíz de aquello muchos compañeros de Mark reconocieron que para ellos también aquella lista había sido importante: casi todos la guardaban en un lugar importante. Uno dijo: «Creo que todos hemos conservado nuestra lista».
En esa lista está lo bueno que los demás piensan de nosotros: por eso nos peleamos como monos a pedradas (para ganar y para que así nos quieran), por eso hemos salido a cazar durante milenios (para cazar y para que al regresar cargados de antilopes todos nos adoren) y por eso nos liamos ver partidos de futbol un domingo por la tarde: para escapar del sofa y de nuestra vida más o menos monótona y ser parte de algo hermoso, de un grupo de hombres que se abrazan y salen al campo siendo algo más que individuos, en un estadio de futbol lleno de barro en la tercera división regional asturiana o en la verde hierba del Emirates Stadium de Londres.
Un lugar en el que, un domingo cualquiera, unos de los nuestros ganan y pierden por todos nosotros.
PD. La película comienza con una frase de Vince Lombardi, mítico entrenador de los Green Bay Packers, a los que llevó a alzarse cinco veces con el trofeo de campeón, que ahora lleva su nombre y que yo comparto plenamente: "Creo firmemente que el mejor instante del hombre, la mayor satisfacción, se produce cuando ha entregado su corazón a una buena causa y yace exhausto en el campo de batalla, victorioso".
"Todos queremos que nos quieran (...)las personas que nos importan".
ResponderEliminarLas personas que no nos importan y nos quieren no cuentan (por esa razón he suprimido el texto falta entre las dos frases).
"Creo firmemente que el mejor instante del hombre, la mayor satisfacción, se produce cuando ha entregado su corazón a una buena causa y yace exhausto en el campo de batalla, victorioso"
ResponderEliminarEres estupendo. Ahora sólo falta que empieces a predicar con el ejemplo.
Claro, que lo de "buena causa" es muy relativo. ¿Qué entiendes tú por buena causa?
Besazos.