Algunos hombres buenos
Hay cierto enfado estos días entre los funcionarios por las palabras de Isak Andic, dueño y máximo dirigente de Mango, que ha defendido que el actual régimen funcionarial deje paso a un nuevo modelo más flexible de relaciones laborales.
Yo, sin embargo, estoy de acuerdo con el tal Andic en lo sustantivo.
Creo que es imprescindible mantener (o restaurar) un sistema objetivo de acceso a la Función Pública. Un sistema, por cierto, que sólo existe en parte en la actualidad, porque, si bien funciona más o menos bien en el ámbito estatal y hasta en el autonómico, es completamente inexistente en el ámbito municipal, en el que los ayuntamientos hacen y deshacen a su antojo colocando a familiares, amigos y pagos de favores varios, acaso recordando aquello que dice el Quijote de que, "adonde intervienen el favor y las dádivas, se allanan los riscos y se deshacen las dificultades."
Con la excusa de la autonomía local pasan cosas delirantes, como la reciente convocatoria de varias plazas de auxiliar administrativo del ayuntamiento de Chipiona, en la que para presentar la instancia es preciso pagar una tasa de cien euros (100) por CADA PLAZA DE AUXILIAR A LA QUE SE ASPIRA (ojo al dato) y el examen, en un alarde de objetividad, se hace EN CASA (se anuncia un tema y el tribunal concede cuatro días para redactarlo a cada aspirante). A todo esto, el conserje del ayuntamiento, con una sinceridad encomiable, les dice a todos los aspirantes que se acercan por las dependencias municpales "pa que sus vais a presentar, si esto ya está dao".
Esto es España. Un país en el que esto ocurre y no pasa nada. En el que los funcionarios se enfadan cada vez que se les recuerda que sus servicios son (MUY) mejorables y en el que todos están de acuerdo, por encima de diferencias ideológicas, en que la productividad es malísima y que todo el sueldo debería ser fijo.
Yo creo justo lo contrario y puedo resumir mi ideario en esta materia en cinco párrafos:
1) Un tercio de los funcionarios está para ingresar en un frenopático. Otro tercio está integrado por indiviudos completamente inútiles o nocivos con un índice de sociabilidad equivalente al de un Alien famélico en una granja de conejos. Por último, el tercio restante, formado por personas inteligentes y competentes, se alegraria mucho si pudiera perder de vista a los otros dos y, ya puestos, a gran parte de los altos cargos de la administración, que no saben atarse los zapatos sin ponerse post-it de colores en los cordones.
2) Es imprescindible la evaluación periódica y sistemática de rendimiento, vinculada a algún tipo de concepto productivo (llámese productividad, llámese X) que haga que Marta, que trabaja como una burra, no cobre lo mismo que Pepe, el compañero de al lado, que se pasa el día conectado a Internet y chateando con impúberes muchachas de la extinta Unión Soviética, salvo los viernes, en los que no viene porque, aghkkg aghhgkk, tengo mucha tos y no me encuentro nada bien. Ah... y de paso, también es imprescindible mandar de vez en cuando a algún funcionario sociópata a la calle, no solo por razones disciplinarias y como recordatorio de que esto no es (aunque lo parezca) un universo paralelo en el que cada uno puede hacer lo que le salga de los cojones, sino por una elemental justicia social.
3) Convendría maximizar la objetividad de los procesos de acceso. Y restaurarla por completo allí donde no existe (diputaciones, ayuntamientos, consejos comarcales, mancomunidades, entidades municipales descentralizadas, veguerías y empresas municipales de diverso pelaje).
4) Los sindicatos deberían dedicarse a defender al funcionario competente y no al enchufado oportunista, al vago recalcitrante o al inútil con recomendación. Y ser los principales garantes de la rigurosidad de los procesos selectivos, en vez de dedicarse a consolidar laborales y a posicionar a sus miembros en los lugares más acogedores y menos molestos de la estructura administrativa.
5) Los jefes (directores generales, subdirectores, delegados, directores provinciales) deberían recordar que les pagan, básicamente, por ejercer de jefes, esto es, por dirigir y tomar decisiones, no por conchabearse con los más truhanes de la banda para crearse una guardia pretoriana, ni por escurrir el bulto y esquivar cualquier responsabilidad metiendo la cabeza debajo de la almohada esperando que los problemas acaben por arreglarse solos. Eso incluye, naturalmente, equivocarse, pero equivocarse afrontando con valor los problemas, no rehuyéndolos para no pisar ningún callo.
Sólo con eso ya tendríamos la administración medio arreglada. No sería poco.
Buenas ideas las tuyas. Si pasara lo que dices, este sería un país europeo, moderno, decente y competitivo. Pero habría que cambiar todo el sistema de arriba a abajo. Y digo de arriba a abajo porque recuerda que la flamante Ministra de Sanidad es una estudiante de Sociología (no terminó aún la carrera) que no ocupó un puesto de trabajo en su vida y cuyo único mérito es medrar dentro del partido desde bien joven; así que a cambiarlo todo desde arriba.
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