Semo los mejores



Ya lo sé. Demasiadas guerras, demasiada gente que muere cada día por nada. Demasiada gente que pasa hambre. Demasiados niños que nunca tuvieron una oportunidad. Demasiada gente que ni siquiera soñó con llegar a tenerla. Demasiada codicia, demasiado egoísmo, demasiadas injusticias sembradas en un mundo que se calcina entre la indiferencia de casi todos.

Todo eso es cierto y no hace falta que Pedro Piqueras me lo recuerde a golpe de titular en sus telediarios apocalípticos. Hay demasiadas cosas que siempre han ido mal, más que nada porque compartimos la naturaleza del escorpión: picamos sin saber muy bien porqué, aunque eso se lleve a todo el mundo por delante, aunque eso nos arrastre a nosotros mismos a la perdición.

Por eso lo que está ocurriendo en Chile estos días me parece muy alentador. Porqué unos cuantos perforadores lituanos, norteamericanos y chilenos han sido capaces de atravesar las entrañas de la tierra con una determinación sin parangón en la naturaleza.

Y no lo han hecho por la gracia de un dios que no existe y que si existiera no se ensuciaría las manos con brocas widia. No les inspiró la religión, la magia o la superstición. Sólo tuvieron que emplear el conocimiento acumulado a lo largo de muchas noches insomnes por miles de investigadores anónimos -ingenieros, mecánicos, físicos, químicos- que se empeñan en penetrar en las entrañas de lo desconocido, abriéndose paso a dentelladas, con fiera determinación, para aprender un poco más e ir, poco a poco, acotando la incertidumbre y el miedo que acompañan a todo lo desconocido.

Les ha salvado la ciencia y la tecnología. Les ha salvado lo mejor que podemos llegar a ser: individuos creativos e inteligentes que aplican el conocimiento científico a la mejora de la vida humana. Y ese trabajo oscuro y pertinaz es más hermoso que la catedral gótica más refulgente porque representa y resume todo aquello de lo que somos capaces cuando nos lo proponemos con generosidad y altura de miras.

Ese túnel representa el triunfo de eso que nos hace distintos y mejores que las demás criaturas de la tierra: nuestra capacidad innata para no conformarnos y para doblegar la realidad con el acerado filo de nuestra voluntad.

Esos mineros tienen suerte. Les ha salvado la única criatura de toda la galaxia capaz de hacerlo: el ser humano.

PD. Ya se que el pesimismo está de moda -en realidad nunca ha dejado de estarlo porqué es un sentimiento que no nos exige nada y que, en cambio, nos lanza por la cuesta abajo de la resignación y el abandono-. Pero precisamente por eso, en medio de tanta crisis, malicia, estupidez e incuria; esta tarde brindo por todos nosotros esperando nunca más cedamos a la tentación de pensar que cualquier cosa, por muy hermosa e inverosímil que parezca, es imposible.

Vivamos todos, carajo!

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