Arrobando Mercadonias



Hace un rato he escuchado por la radio a Sánchez Gordillo, ese agropecuario representante de Izquierda Unida de Andalucía que siempre aparece ataviado con un pañuelo palestino y que estos días se ha hecho famoso, en su condición de bastante extravagante alcalde de Marinaleda y diputado autonómico andaluz, por promover, megáfono en mano, el robo con intimidación de Mercadonas y Carrefoures.

Sánchez Gordillo alega en su defensa que:

       a) Lo que hizo era una expropiación.

       b) Y que lo hizo porque no hay una renta básica para todos los ciudadanos.

Apenas repuesto del asombro que me produce la escucha de tales majaderías se me ocurren, así, a vuelapluma, unas cuantas consideraciones:

a) Si Gordillo cree realmente que lo que hacía era expropiar presumo que su mente ha llegado a albergar la singular idea, derivada, acaso, de un brote de esquizofrenia paranoide, de que él mismo, cual Rey Sol, encarna en su intrínseca mismidad al Estado o a la Junta de Andalucía, pues es sabido que sólo las administraciones públicas territoriales pueden ejercer la potestad expropiatoria.

b) Siendo así, no entiendo porque, siendo el mismo una administración pública, no resuelve el problema de la renta básica de subsistencia y la instaura por su cuenta y riesgo. Me permito sugerirle que sea de 2000 euros mensuales per cápita, cifra  redonda y lo bastante rotunda como para permitir un razonable desempeño económico por parte de sus beneficiarios.

c) ¿Quién cree el personaje este que va a pagar los gastos del robo? ¿El gerente de Carrefour de su bolsillo? ¿El dueño de Mercadona? ¿Bill Gates? ¿Leo Messi? ¿Apple? ¿O el resto de curritos de España que intenta llegar a fin de mes como buenamente puede comprando en el Mercadona, cuyo éxito se basa, por cierto, en la excelente relación calidad-precio de sus productos?

d) ¿Por qué no roba en el domicilio de sus compañeros de gobierno de la Junta de Andalucía, los mismos que, tras treinta años de gobierno continuado, han contribuido decisivamente a que Andalucía siga teniendo una tasa de paro superior a la franja de Gaza (de ahí, supongo el pañuelo que luce al cuello el tal Gordillo)? 

e) ¿Por qué no le echa cojones y se va a robar a casa de Fabra, Millet, Camps, Urdangarín o Matas? Yo, lo confieso, le aplaudiría hasta hacerme ampollas en las manos. Pero, claro, es más fácil practicar el populismo propinándole unos cuantos empujones a una cajera del Mercadona. Haz memoria, guapetón: Robin Hood se hizo famoso por robar a los ricos, no por asaltar mercadillos de pueblo.

f) Es mi obligación informarle, por otra parte, de que los españoles no estamos acostumbrados a ver a los políticos practicando en vivo y en directo el robo al por menor de comestibles. Lo suyo, como representante público que es, sería más bien el delito fiscal, la apropiación indebida, la malversación de caudales públicos, el cohecho y/o la evasión de capitales. Si hubiera practicado cualquiera de esos deportes indoor sobre moqueta en los que, dicho sea de paso, ni Estados Unidos ni China ni ninguna otra potencia olímpica nos llega a la suela de los zapatos, no sólo podría aspirar a la reelección, sino que, con un poco de suerte, habría acabado siendo presidente de la Diputación Provincial, Vocal del Consejo de Estado u ostentando cualquier otra de eseas jugosas regalías de esas que, con tanta facilitad y tan poca vergüenza, expenden los cleptocráticos partidos políticos que nos desgobiernan cuando es menester consolar y dar abrigo a los más fieles de sus sátrapas.

g) Entre colegas no conviene pisarse la manguera: Griñan dijo en su twitter que el robo era una "barbaridad", a lo que Gordillo, no sin razón, replico que "mas deleznable que el robo era el asunto de los expedientes de regulación de empleo" (los archifamosos ERE de la Junta). Chúpate esa, Griñán.

Entendámonos: no se trata de que el asunto tenga demasiada importancia desde el punto de vista criminal. De hecho, no la tiene: hay otros conciudadanos suyos y míos que han robado infinitamente más y cuyos robos, por otra parte, han tenido consecuencias sociales mucho más indeseables (léase, por ejemplo, el rescate a nuestro sistema bancario que todos habremos de sufragar con sangre).

Se trata de una cuestión distinta: de que vivimos en un país en el que no cabe un tonto más ni apretando con fórceps y de que así, entre ladrones e imbéciles no vamos a ninguna parte.




PD. No me quito de la cabeza al impresentable -al parecer un sindicalista- que empujaba con desprecio a una de las cajeras del Mercadona; la misma que luego lloraba al lado de la puerta. Si a estas alturas hay alguien -y mucho me temo que es más de uno- que no entiende porqué esa conducta resulta intolerable en una sociedad civilizada, nuestro país está aquejado de problemas morales que van mucho más allá de esta y de cualquier otra crisis económica.

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