Drive



 

Me gusta Drive. Porque me gusta conducir y hacerlo rápido. Porque (desconozco la razón) siempre me ha caído bien Ryan Gosling. Porque me encanta contemplar las luces de la ciudad cuando se hace de noche y todo empieza a tener un brillo metálico, como de acero y por esa magnífica canción (Nightcall) que podéis escuchar más abajo. Por la oscura determinación del protagonista, que sabe lo que tiene que hacer y lo hace a pesar de que es muy consciente del precio que va a tener que pagar. Y porque hay una verdad que atraviesa toda la película, que te acaricia la mejilla y te arranca una lágrima cuando menos lo esperas. Una verdad  que apenas se insinúa entre fugaces encuentros en ascensores y rellanos de escalera y que no se explica con palabras pero que no es más que la historia más vieja del mundo, esa que ocurre cuando un chico conoce a una chica y siente que estar ahí, a su lado, es el único destino posible por mucho que el destino se empeñe en impedirlo.

PD. El amor de verdad ocurre cuando hay una persona cuyo vientre es tu casa y cuando sientes que sus brazos son la última línea de defensa de tu corazón. Todo lo demás es coyuntura. Y también mentira


PD2. Esta entrada está dedicada a Tere, en el día en que algo acaba y algo empieza. Mucha suerte.
 

 
 

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