Dos poemas





CONVINCENTE y desnuda se zambulle
desde el viejo malecón, en el mar
dorado de su infancia.
Su cuerpo divide la transparencia
como un cuchillo el agua,
reunifica el tacto incandescente
del aire veraniego.
La luz victoriosa del mediodía
distorsiona el audaz gesto
de la bañista
que regresa a la orilla
bronceada e indemne, alimentando
la voracidad de los recuerdos.
Mientras, en la terraza,
bajo una sombrilla, tú escribes
frágiles palabras que intentan
definir lo inasible: el triunfo de la carne,
la voz de la conciencia.


Un poema de Carlos Alcorta








Por transparencia

Mientras el río de la tarde fluye con lentitud
y los plátanos de la acera tiñen de verde el aire,
desde el balcón miramos
una inmóvil y espesa luz blanca apaisada. 
Es un ágape insólito: nos devoramos
con hambre, el uno al otro,
sin decir nada o hablando por hablar.
A fuego lento se hicieron los manjares;
están al punto, justo al punto.
No hay prisa ninguna, es una cama enorme
pasaremos la tarde
                              hasta que por la ventana
nos llegue la sal, y en la oscuridad
de las olas, desde lo alto, la espuma se alce
hasta salpicarnos;
                             será entonces
cuando hayamos aprendido de nuevo a mirar
con ojos limpios las cosas, a hacerlas nuestras 
por transparencia.

Un poema de Joan Vinyoli


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