Triplete
Ahora que el Barsa ha vuelto a ganarlo todo y como eso no es algo que pase todos los días, aprovecho para confesarles que a esto del fútbol yo juego con ventaja, como un pistolero con una bala de más en la recámara. Lo de que juego, claro, es un decir, porque mi forma de ejercer este noble deporte consiste en dar patadas al aire desde el sofá para rematar o despejar (según venga al caso) y en gritar desaforadamente como un conejo atropellado por una locomotora, para gran desasosiego de mis vecinos que son un poco raritos, no tienen televisión y que, por la forma en que me miran cuando coincidimos en el ascensor, parecen convencidos de que estoy poseído por Satanás y no me extrañaría que estuvieran reuniendo fondos para sufragarme un exorcismo.
Les explicaré porqué. Si el Barsa gana yo, que soy del Barsa desde antes de saber lo que era el fútbol y mucho antes de tener uso de razón, gano también y como es lógico me pongo loco de contento. Si, por desventura y como suele ocurrir con más frecuencia de la que debiera, gana el Real Madrid, sucede que ese era el equipo de mi padre y no puedo evitar pensar que en algún lugar del cielo o del hiperespacio, en una realidad paralela, o, al menos, en el territorio fuera del tiempo de mi memoria, él se alegrará un montón de que eso suceda y, como no podía ser de otra forma, al imaginarle tan feliz comprenderán que no puedo estar triste del todo, así que, en cierto sentido, sea como sea, si gana el Madrid yo también gano de forma vicaria, por cuenta de mi padre.
Les explicaré porqué. Si el Barsa gana yo, que soy del Barsa desde antes de saber lo que era el fútbol y mucho antes de tener uso de razón, gano también y como es lógico me pongo loco de contento. Si, por desventura y como suele ocurrir con más frecuencia de la que debiera, gana el Real Madrid, sucede que ese era el equipo de mi padre y no puedo evitar pensar que en algún lugar del cielo o del hiperespacio, en una realidad paralela, o, al menos, en el territorio fuera del tiempo de mi memoria, él se alegrará un montón de que eso suceda y, como no podía ser de otra forma, al imaginarle tan feliz comprenderán que no puedo estar triste del todo, así que, en cierto sentido, sea como sea, si gana el Madrid yo también gano de forma vicaria, por cuenta de mi padre.
La única posibilidad de que el fútbol me fastidie consiste en que gane un equipo (cualquier equipo) entrenado por ese sujeto llamado Mourinho que representa todo lo que desprecio en una persona: la prepotencia, el victimismo, el recurso a los peores instintos del ser humano y, por si todo eso fuera poco, una falsedad a prueba de bomba adobada con la inaudita hipocresía de declararse a si mismo sincero, honesto y, por ello, objeto de no se sabe qué conjuras orquestadas por no se qué fuerzas tenebrosas que intentan torcer sistemáticamente el destino en su contra.
Resumiendo: que cuando gana el Barsa me alegro mucho, cuando gana el Madrid pienso en mi padre y cuando gana un equipo de Mourinho también me acuerdo un poquito de su padre y de su madre.
PD. Viva el Barsa, pendejos.
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