Coraje y dignidad



Los niños son, huelga decirlo, bastante crédulos. Yo, sin ir más lejos, por culpa de un anuncio de televisión que hoy, casi con toda seguridad no franquearía el umbral de la corrección política, me quedé más asombrado que otra cosa al descubrir que había una motorista ataviada con un mono ajustado (que rápidamente se desabrochaba poniendo de manifiesto unos generosos pectorales) que, por alguna oscura razón, buscaba a un caballero que recibía el sonoro nombre de Jacq's, del que decía lo siguiente:

"Jacq´s es un hombre alto, fuerte, muy especial. No retrocede ante nada. Deja detrás de si un aroma único, inconfundible"

Años más tarde, la segunda versión, interpretada por una chica de Terrassa llamada Mónica Van Campen, era algo más concisa, pero igualmente elocuente en materia pectoral:

"No busco a un hombre cualquiera. Busco a Jacq's"

Al principio me desconcertaba el sentido de aquella búsqueda. ¿Se trataba por ventura de una herencia pendiente o de un primo segundo con el que había perdido el contacto? Sin embargo, en cuanto me asomé a la adolescencia empecé a presentir que allí había gato encerrado y poco después ya tenía muy claro que lo que la muchacha en cuestión quería era que el tal Jacq's, en palabras de ese entrañable vividor-follador y borderline llamado Amador Rivas, le diera salami y/o la pusiera fina filipina. 

Lo curioso del caso es que a los españoles heterosexuales que veíamos el anuncio con algo de babilla en la comisura de los labios nos resultaba incomprensible la actitud esquiva y huidiza del tal Jacq's, porque todos y cada uno de nosotros (por una vez sin distinciones políticas, religiosas ni afinidades regionales) hubiéramos estado dispuestos a satisfacer el exuberante deseo de la motorista con un ardor guerrero que para si habrían querido los soldados de los famosos Tercios de Flandes.

En el Parlamento Español asistimos estos días a un engaño similar: todo el mundo se afana en proclamar que lo único que cuenta es el interés nacional, pero como lo cierto es que cada partido se dedica a maximizar sus propias expectativas electorales a costa de la gobernabilidad del pais ya llevamos dos elecciones y vamos camino de las terceras. Si la nueva convocatoria electoral se consuma, como parece inevitable, deberían dimitir Rajoy, porque es más que evidente que no tiene lo que hay que tener para ser Presidente del Gobierno y Sánchez, porque es evidente que no tiene lo que hay que tener para ser utilllero del equipo de mi pueblo, que suele militar en Regional Preferente o, en los años buenos, en Tercera División.

Por lo demás la política cada vez me aburre más. En Estados Unidos un garrulo con aires de putero de tres al cuarto se presenta a las elecciones y el pusilánime, cobarde y agachón presidente de Méjico le recibe como si fuera Nelson Mandela, cuando lo que tendría que haber hecho, si tuviera un mínimo de valor y dignidad, es darle dos hostias bien dadas allí en medio, en presencia de todos, arrancarle su asqueroso tupe de un uppercut y devolverle llorando a su querida frontera como el quejica miserable e infantiloide que es (se nota que me cae bien, eh?). 

No demasiado lejos, en Venezuela otro imbécil embutido en un chándal de colores que son una ofensa para las retinas está llevando a la cárcel a sus opositores políticos y, como no podía ser de otra forma, conduciendo a la ruina sus compatriotas, que hasta se ven obligados a cruzar la frontera con Colombia para hacer la compra, en lo que constituye ya una auténtica tradición en cualquier régimen comunista que se precie de serlo. Dicha tradición bien podría recibir el nombre de primera ley de la termodinámica comunista:

"En todo régimen comunista que perdure lo suficiente y que no adopte de forma más o menos encubierta mecanismos propios de la economía de mercado la población acabará, más pronto que tarde, intentando escapar para no morirse de hambre, aunque para ello haya de poner en riesgo su vida haciéndose a la mar en embarcaciones de confección artesanal, saltando muros de piedra y atravesando alambres electrificados y/o esquivando las balas de los compañeros francotiradores".

En fin que si en el PSOE nadie es capaz de reunir un mínimo de masa neuronal y enviar al archivo de la historia a Pedro Sánchez, el único hombre capaz de lo que parecía imposible (empeorar a esa calamidad llamada Zapatero) y si el PP se empecina -que lo hará, vaya si lo hará- en mantener a esa otra calamidad llamada Mariano como candidato, la cosa tiene mala pinta y es más que probable que acabemos votando entre polvorones, mantecados y alfajores. Con todo, el problema no es tanto votar una y mil veces, sino que hacerlo de nuevo no nos garantiza un resultado distinto al que ahora tenemos o al menos lo bastante distinto como para que cambien las cosas.

Todo esto sucede porque somos víctimas de una mediocracia política: individuos que deberían dedicarse a labores de índole rutinaria y de bajo relieve como contar trenes sentados en un banco, porque no reúnen condiciones necesarias para dirigir nada de nada, han sido elevados a la categoría de líderes por las burocráticas, mugrientas y anquilosadas estructuras de sus partidos. Y ahí los tienen, demostrándonos lo que son, buenos para nada, sólo que a diferencia de la chica del anuncio, no tienen ni un buen escote con el que epatar al personal. 

Mediocres, cobardes y pusilánimes. Al verlos recuerdo la escena final de la película Alatriste cuando, en la batalla de Rocroi, allá por las Árdenas, a cuatro pasos de la frontera belga, en mayo de 1643, asediados y al borde de la derrota, después de alabar su valeroso desempeño en la batalla y ofreciéndoles su enemigo, el ejército francés, una honrosa posibilidad de retirada en formación, Diego Alatriste la desecha -aun sabiendo que eso significa ni más ni menos que una muerte segura- diciendo, simplemente:

"Decidle al señor Duque d'Enghien que agradecemos sus palabras,
 pero este es un tercio español"

¿Cómo explicar el significado de la palabra dignidad a los que nunca la han tenido y a los que, pese a llenarse la boca de patriotismo y palabras vacías, nada saben de ella? ¿Se habría postrado, por ventura, Diego Alatriste ante ese mequetrefe de ojos de rata y pellejo de mandarina podrida que recibe el nombre de Donald Trump? 

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