Evasión (en espera de la victoria)



Como siempre he carecido de auténtica vocación laboral y noto que a cada día que pasa se enciende más la luz roja que marca que estoy en reserva porque se me van agotando las pocas ganas que me quedan de disimularlo, si pudiera -que ya les adelanto que no puedo porque no me dejan- me jubilaría mañana mismo (a primera hora, por si acaso el gobierno aprueba algún Real Decreto, Orden Ministerial u o otro artefacto legal con el taimado propósito de impedírmelo) y dedicaría el resto de mi vida a deambular por los tres lugares del mundo en los que me siento como en casa: Portugal, Zamora y las Islas Griegas.

Entretanto, para aliviar la espera y escapar de todo lo que la actualidad me arroja a la cara (Monedero, Iglesias y toda la chusma podemita en general; Trump, en particular; la historia interminable del proceso secesionista; Rajoy, aspirante a campeón mundial en las categorías de inacción y banalidad política o el revival del lado bobo de la fuerza socialista a cargo de ese perdedor recalcitrante con ínfulas de revolucionario llamado Pedro Sánchez) no me queda otra que refugiarme en el fado que es sustancia imperecedera y ajena a los vaivenes y miserias de este pequeño mundo nuestro y en la música, en general, que nunca defrauda ni amarga y cuyo brillo tenue jamás palidece ni se arrodilla ante la tontería. 


Não há amor com mais tamanho,
Que este amor por ti eu tenho,
Voo de pássaro redondo,
Que não aporta no beiral.
Não há amor que mais me leve,
Que aquele em que se escreve,
Ai... Lume brando, (bis)
Paz e fogo,
E a Luz final



(Canción patrocinada por los tesoreros del PP y los hijos del molt honorable)

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