La canción del verano 2019



Cada año por estas fechas (más o menos) elijo la canción del verano. Lo cierto es que ahora mismo, a estas alturas de la noche, no estoy muy seguro de que siempre haya sido así, pero elegirla me ha parecido una buena idea y es sabido que si uno ofrece a sus ideas una tradición en la que apoyarse, por más que esa tradición pertenezca al inagotable género de las cosas inventadas, a todo el mundo le parecen más solventes y mejor fundamentadas.

Este año no he podido ir a las islas griegas en verano. Nueva York es formidable pero bastante caro y como explica a la perfección un aforismo que además me hace mucha gracia: sopas y sorber no puede ser. Para paliar la melancolía helénica, que es la más dulce y más soleada de todas las melancolías que en el mundo han sido, he recurrido esta canción que es capaz de obrar el extraño prodigio de hacerme cantar en una lengua, el griego, en la que mi magisterio se reduce, apenas, a cinco palabras.



Lo curioso del caso es que se trata de la versión griega de una canción albanesa publicada en 2013 y que cuenta con casi 500 millones de visualizaciones en Youtube y con varias versiones en diversas lenguas balcánicas. Esta, si no me equivoco, es la versión original:


Estas son las cosas que ocurren en la vieja Europa: decenas de lenguas que se anudan y se entrelazan en apenas unos cuantos kilómetros cuadrados y que deberían servir para construir un patrimonio cultural diverso del que estar orgullosos y no para convertir al prójimo en extranjero. 

Para rematar el asunto veraniego les regalo otra canción griega de Eleni Foureira, una mujer que no parece tener noticia ni del reúma ni de las crisis ni de la melancolía y que, por si fuera poco, tiene la virtud de levantar a los muertos de sus tumbas y ponerlos a bailar. 


Feliz verano a todos!!!

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