Mentiras bien contadas
Ahora que el asunto del proceso y la independencia parece un tren estacionado en una de esas vías muertas en las que los matojos de vegetación abrazan a los vagones y se cuelan por las ventanillas rotas, asisto al intento por parte de algunos opinadores pseudoprogresistas de revindicar el papel del catalanismo político como salida a lo que se ha dado en llamar, de forma falaz, el conflicto entre España y Cataluña.
Desenterrar el cadáver del catalanismo no es, a mi juicio, una solución par nada. Para empezar, porque en la práctica, durante casi medio siglo, el catalanismo, con mucho disimulo y toda clase de fuegos de artificio, ha perseguido un único objetivo: erradicar todo lo español de Cataluña. Para ello había que invisibilizar en el espacio público a los españoles, arrinconar sus símbolos y, por supuesto, exterminar como si fuera una mala hierba al castellano aplicando a los brotes verdes -antes de que se les de por pensar por cuenta propia- el sigiloso herbicida de la inmersión linguística.
Siendo así, resulta entre candoroso y falaz confiar en que ahora, bajo ese mismo techo, el del catalanismo, se va a refundar una sociedad basada en el mutuo reconocimiento, el respeto y el diálogo entre la comunidad independentista y los ciudadanos que no lo somos.
Pero es que quienes defienden esa idea olvidan, además, que el viejo catalanismo político pactista, basado en la exaltación del agravio y la defensa de los privilegios territoriales, se ha movido y ya no está ahí: ahora el grueso de sus militantes ya son abiertamente independentistas y nada indica que estén dispuestos a desandar ese camino. Todo lo contrario: perdurarán en él todo lo que se les permita.
Pero es que quienes defienden esa idea olvidan, además, que el viejo catalanismo político pactista, basado en la exaltación del agravio y la defensa de los privilegios territoriales, se ha movido y ya no está ahí: ahora el grueso de sus militantes ya son abiertamente independentistas y nada indica que estén dispuestos a desandar ese camino. Todo lo contrario: perdurarán en él todo lo que se les permita.
Y es que, en el fondo, catalanismo no era más que la fase embrionaria del independentismo. Su objetivo era fabricar, en la escuela y en los medios de comunicación públicos sucesivas mesnadas de adeptos a la causa. Y ese objetivo, hay que decirlo, se ha conseguido. Pero, enfrente, al otro lado subsiste todavía un porcentaje de irreductibles ciudadanos que se han (nos hemos) resistido a la asimilación y que no estamos dispuestos a dejarnos arrebatar nuestros derechos como si tal cosa.
Los independentistas, hay que reconocerlo, lo tienen todo a su favor. Tienen de su lado, por supuesto, al gobierno catalán. Y, de forma sorprendente, cuentan también con la aquiescencia de los sucesivos y casi siempre risibles gobiernos de España, convencidos, contra toda evidencia y como los malos domadores de circo, de que se puede solucionar el problema a base de recular e ir acomodando las nalgas entre los barrotes de la jaula. Eso es, precisamente, lo que nos ha traído hasta aquí y lo que el gobierno del ínclito Pedro Sánchez se propone hacer de nuevo.
PD. En Euskadi Podemos invita al Partido Socialista Vasco a olvidar los "prejuicios" contra Bildu para levantar la "casa de la izquierda vasca". Los prejuicios, conviene recordarlo, son los asesinatos, los secuestros y todos los crímenes que hasta ayer justificaban y que aún hoy ni siquiera condenan. Y digo que conviene recordarlo porque parece que la famosa "memoria histórica" tiene menos de histórica que de selectiva y en ella no hay sitio para los huesos, la sangre y las lágrimas de las víctimas de ETA.
Comentarios
Publicar un comentario
¿Algún comentario?