Idiotas y pandemias: una combinación letal



El mundo moderno tiene un sinfín de cosas buenas y alguna que otra mejorable. De las segundas, una de las que más consternación me produce es la progresiva y, a lo que se ve, imparable, infantilización de una sociedad que disfruta de todas las ventajas de la razón y de la ciencia pero que, a la que puede, se empeña en dejarlas de lado y apostar por las emociones primarias, el sectarismo y, a veces, directamente por la mentira. 

La gestión de esta crisis en España ha sido un desastre. No era fácil verla venir, es cierto. Pero, aún así, ha sido un desastre sin paliativos. Para comprobarlo basta con asistir al inaudito recuento diario de fallecidos, que pone los pelos de punta y que no guarda ninguna correlación estadística con el tamaño de nuestro país. Sin embargo, con contadas excepciones, los medios de comunicación, siempre dispuestos a lamer el tobillo del amo, ese amo bueno que les riega de dinero los bolsillos, nos inundan con mensajes de ánimo y optimismo y nos invitan a salir cada día a la ventana a aplaudir la ejemplar actuación de nuestros profesionales sanitarios.

Yo nunca salgo. Y les explicaré porqué. En la segunda guerra mundial los japoneses recibían cada día información sobre el estado de la guerra que libraban con los Estados Unidos. Todos los mensajes eran, por supuesto, favorables y estaban repletos de optimismo: la victoria estaba al caer. Era cosa de semanas (les suena?). Hasta que un buen día los B29 superfortress empezaron a inundar de bombas el cielo de las ciudades japonesas. Para entonces, los cazas japones apenas disponían ya de combustible para despegar y defenderse.

Siempre he sido un optimista. Pero lo soy por mi cuenta y odio que me empujen a serlo como se empuja a las ovejas al redil. Por supuesto que la actuación de los profesionales sanitarios es estupenda y, en muchos casos, heroica. Como la de la Guardia Civil, la Policía o el Ejército. Somos un país capaz de hacer cosas magníficas. Pero lo que no me parece aceptable es que médicos, enfermeros y policías carezcan de los equipos de protección indispensables, que no dispongamos de información estadística fiable sobre el número de enfermos (en realidad no la tenemos ni sobre el número de muertos) y que no estemos haciendo los test necesarios para averiguar cual es el volumen real de la pandemia porque, al parecer, los adquirimos en la parte trasera de una furgoneta sin matrícula en un mercadillo ambulante.

No hay nada digno de aplauso en todo eso y no estoy dispuesto a convalidarlo con mi aplauso. Hay que ser muy inocente para no darse cuenta de que, una vez más, se está utilizando el viejo truco de promover edulcoradas muestras de apoyo al personal sanitario para ocultar que el gobierno, en esta crisis, ha ido siempre tarde, mal y a rastras, entre falacias y negligencias que tendrán como resultado, no querido pero inevitable, la muerte de miles de compatriotas. 

Como me conozco al personal sé que llegado este momento el lector no iniciado en este blog replicará que, claro, que seguro que el PP lo habría hecho mejor, porque esa es la forma dicotómica de pensamiento (nosotros/los otros) que define a gran parte de la opinión pública española.  Lo cierto es que no tengo ni la menor idea de si el PP, Vox o Ciudadanos lo hubieran hecho mejor (hacerlo peor no parece fácil, ciertamente), pero lo que sí tengo es una idea bastante precisa de lo que Pedro Sánchez o Pablo Iglesias y la tornasolada rehala de desgarramantas que los acompañan andarían vociferando si Rajoy llevara 10.000 muertos a sus espaldas. Seguro que de esas boquitas salían pétalos de rosas y llamadas a la unidad nacional. Digan ustedes que sí.

Tenemos el gobierno más idiota de la democracia. No es que nos quieran matar por sadismo ni al servicio de un plan oculto para instaurar un régimen comunista. El problema es justo ese: que no tienen un plan para nada. Se trataba, sólo, de capear el temporal unos añitos apoyándose en media docena de lugares comunes sólo aptos para adictos al fracaso escolar, opinadores paniaguados y ciudadanos de intelecto rasante (igualdad, progresismo, mayoría social) y, por desgracia -para ellos y mucho más para nosotros- se han topado con una pandemia que les ha dejado completamente fuera de juego y a la que no pueden contener con sus artefactos verbales de referencia, porque llamar al virus machista u oligárquico parece un argumento de poco recorrido incluso para los consumidores habituales y tampoco creo que intimide mucho a esa maléfica y espantosa criatura (me refiero, por supuesto, al virus, no a Echenique).

Pues eso, que tenemos que sobrevivir a una combinación letal: una pandemia y un atajo de inútiles instalados en el puente de mando. Y sobreviviremos, sin duda, porque todo pasa y esto también acabará pasando. Pero hasta que llegue ese momento vamos a pasarlas putas de verdad. Y el que les diga lo contrario les está mintiendo en toda su cara, por muchos aplausos y caceroladas que despliegue para distraerles. 

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