Dio Dromi
Si todo fuera como acostumbra en este verano que se aproxima yo andaría desperdigado por alguna isla griega, haciendo lo que es menester por esos lares: asombrarme con la infinita belleza azul del Egeo, escuchar música griega a todo volumen por una carretera secundaria que conduce a una playa escondida, utilizar mi extenso conocimiento de la lengua griega, que comprende menos de cinco palabras, para comunicarme con los lugareños y, en fin, disfrutar de esos atardeceres que son imposibles de describir para alguien que no los haya contemplado alguna vez.
Por desgracia esta vez Chania (ay) queda más lejos que nunca, porque de repente todo en nuestra vida ha tomado un camino diferente y no queda otra que aguantarse. Lo único bueno del asunto es que, a pesar de todos los pesares, tengo la certeza de que Chania me espera y yo, por mi parte, la añoro con los puños apretados con la severidad de un niño recién dormido, así que no tengo ni la menor duda de que muy pronto volveremos a encontrarnos, porque a partir de cierto recodo de la vida no se trata tanto de encontrar nuevos paraísos como de reencontrarse con algunos lugares que, por alguna razón, perfectamente arbitraria, te hacen sentir como si estuvieras en casa.
Si yo fuera millonario -cosa que, no hace falta que lo diga, dista mucho de ocurrir- me pasaría 6 meses al año en Manhattan, 4 deambulando entre Madrid y los campos de Castilla y los 2 restantes en una casa en Creta desde la que pudiera asomarme al mar desde el borde de la piscina. Soñar no cuesta dinero y además he observado que las personas aburridas son, precisamente y no por casualidad, las menos dadas a hacerlo, porque se conforman con la realidad que tienen justo delante de sus ojos, como el que se divierte contemplando un reloj de cocina con la esperanza de que en algún momento se pare el minutero.
Una cosa más. Esta canción (Dio Dromi -dos caminos- de Christos Menidiatis) evoca en todos los minúsculos resortes y rincones de mi cabeza las miles de cosas que me gustan de Grecia.
Y además es una canción estupenda.
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