La línea de sombra


Joseph Conrad, uno de mis escritores favoritos, un genio absoluto de esos -pocos, muy pocos- cuyo talento elude la comparación y repele las conjunciones adversativas, escribió una vez lo siguiente: "Recuerdo mi juventud y aquel sentimiento que nunca más volverá. El sentimiento de que yo podría durar más que todo, más que el mar, más que la tierra, más que todos los hombres".

Esa invencible certeza de que todo está por venir y de que uno puede sobreponerse a lo que venga, sea lo que fuere, es, en efecto, la mejor definición de lo que significa ser joven. Buena parte de la obra literaria de Conrad versa sobre la forma en que la vida erosiona luego nuestra inocencia y nuestro espíritu, hasta alcanzar esa incierta línea de sombra desde la que apenas se divisa ya la región de nuestra primera juventud.

El otro gran tema de su obra es la imposibilidad de plasmar nuestra existencia de un modo que resulte accesible para los demás. La esencia sutil y penetrante de lo que somos lleva una vida discreta y escurridiza, atravesada por tempestades y tormentas y casi nunca se aventura más allá de los pantanosos confines de nuestro inconsciente. Lo que somos, lo que somos de verdad, apenas puede saberse y casi nunca puede explicarse. Por eso, como dice Conrad, "Vivimos como soñamos: solos"

Quiso la azarosa vida de Conrad -en concreto un episodio de tráfico de armas y cierta amante española- que uno de sus relatos, incluido en el libro titulado "La posada de las dos brujas", transcurra en un oscuro lugar de la costa norte de España. En concreto en "una posada tenebrosa, un pueblo gris, un ambiente oscuro, un mar peligroso, una costa que asusta a los barcos, una climatología de pesadilla (...) a lo lejos, las ásperas montañas desoladas que se erguían ante él con sus riscos escarpados y desnudos parecían esperarle amenazadoramente". En efecto, no hay duda, se trata de Asturias, que no sale muy bien parada, por cierto. De hecho, uno de los protagonistas del relato se define como castellano viejo y viejo cristiano que se ve obligado a vivir "entre estos brutos asturianos", que, según afirma otro de los personajes "tienen menos escrúpulos que un lobo".

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