Asuntos varios de un once de septiembre
Otro año más de manifestaciones independentistas para conmemorar la llegada del once de septiembre, pero esta vez todo discurre sin mucho entusiasmo y con un aire general de abatimiento, como el de los funcionarios que regresan cabizbajos a su ventanilla después de la (media) hora del desayuno. Atrás quedan aquellas manifestaciones festivas y alborozadas cuando el milagro de la república de los helados de postre para todos estaba (ay) a dos dedos de distancia. Que mala es la melancolía.
En cierto sentido el proceso empieza a parecerse a la celebración del día de Reyes cuando todos los primos ya están a punto de cumplir veinte años. Algo que se sigue haciendo por inercia o, como ocurre con el "proceso", para complacer a los más grandes de la casa, socios de Omnium y de la ANC, que encuentran en estas cosas una forma de volver a ilusionarse con un cuento que, en el fondo, ya no engaña a nadie, porque todo el mundo sabe que la PlayStation 5 son los padres (o las madres, más bien).
Ayer por la tarde el personal abarrotaba las cajas del Mercadona porque con la diada se juntaban dos días festivos y en esos casos se desata un furibundo síndrome de desabastecimiento colectivo. Una señora de media edad se agachó a recoger una bolsa de la compra y en el frenesí derramó un tarro enorme de una pasta amarilla viscosa. Para limpiar la mezcla de suciedad y cristales desparramada por el suelo acudió rauda una chica con un cubo. Me gustó la minuciosa y precisa forma en que lo hizo. Esa eficiencia me reconforta con el universo: siento infinitamente más respeto por ella que por cualquier Ministro. El mundo es mejor gracias a personas así.
Estos días ando un poco dolorido. Cuando uno no hace las cosas bien salen mal y es justo que así sea. Cambiar el pasado es imposible y tampoco serviría de nada aunque no lo fuera, porque los errores que cometemos son la derivada de todo lo que somos y todo lo que aún no hemos aprendido, así que si lo único que se puede hacer es tratar de aprender la lección y seguir, seguir adelante, porque la vida no se detiene y pararse es como estar muerto pero consumiendo oxígeno.
Septiembre siempre me ha parecido el inicio de un nuevo año por otra inercia histórica, en este caso la escolar. Ojalá que el futuro nos depare a todos lo que nos merecemos y, si es posible, algo incluso mejor de lo que nos merecemos.
Un abrazo a todos, amigos.
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