Como si una linterna me arrancara
de en medio de la noche,
así me descubriste, así me señalaste.
Así horadaste mis silencios escarpados y troquelaste
las fronteras de mi isla.
Nombrándome me expones, me sitúas en el ojo de la diana.
No hay lugar para el ardid, no hay escondite.
Soy blanco paralizado, centro de tu voluntad, destino
de tu atención y tu advertencia.
¿A qué esperas?
No rehúyo la luz.
Hágase en mi lo que tu dardo indica.
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(Ana Rossetti, Punto Umbrío, 1995)

(Para Mari, que navegó los tiempos difíciles y me iluminará siempre).

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