Sobre el sentido de la vida y otras chorradas
Lo encontré una noche acurrucado a la puerta. Era gris atigrado, más bien feo, estaba hecho polvo y me miraba con auténtico terror. Fuimos al veterinario. Un coche le había pasado por encima y tenía la columna reventada. Mala cosa.
Me lo llevé a casa. Era un verano caluroso, uno de los más agobiantes que recuerdo. Lo dejé en el suelo del baño y le puse agua, comida y sus pastillas, pero no comía y ni siquiera se acercaba al agua. Mojé mi dedo índice y se lo restregué por las encías. Eso le gustaba.
Me pasaba horas y horas tirado en el suelo acariciándolo suavemente. El me miraba con su único ojo verde y ronroneaba un poquito. Nos hicimos amigos. Comía de mi mano, muy despacio y cuando acababa me lamía los dedos.
Su otro ojo parecía una pelota sin vida. Según el veterinario lo iba a perder por la infección. Yo lo limpiaba con agua oxigenada y le echaba mercromina. Un día, con mucho cuidado, le arranqué una gruesa costra de postillas con una cucharilla y un palito de helado. Fue curioso, pero pareció aliviado. Debajo apareció un ojo verde que me contemplaba con curiosidad.
Unos días después intentó moverse por primera vez, arrastrándose sobre las patas delanteras. Llego hasta su bandeja de arena y se dejo caer dentro. Fue uno de los grandes momentos de mi vida.
Durante las semanas siguientes siguió intentando levantarse. Cuando lo conseguía se arrastraba tambaleante de un lado a otro hasta que se caía y se quedaba así, tumbado de lado, mirándome fijamente, como buscando consejo. Yo lo animaba. Venga, tu puedes muchacho. Y vuelta a empezar.
Meses después me contempla desde lo alto del sofá como si fuera el emperador de Abisinia, con esa serenidad lívida e inconfundible que retrata a quienes han regresado invictos (aunque algo magullados) de las puertas de la muerte.
De vez en cuando alguien me pregunta que es la vida y si creo que todo esto tiene algún sentido. En esas ocasiones, al intentar evocar los puntos del orden del día de mi existencia, en la que tantas veces he confundido lo importante con lo que no lo era en absoluto, pienso en mi gato y me dejo invadir por una extraña conformidad rayana en la alegría, como si por un instante algo estuviera finalmente a punto de encajar, de tener un sentido, de significar alguna cosa.
Precioso.
ResponderEliminarQue suerte tuvisteis el gato y tú de encontraros.
Escribes de puta madre muchacho. De puta madre.
ResponderEliminarNo se si te lo he dicho alguna vez, pero me encantaría conocerte en persona.
ResponderEliminar"De vez en cuando alguien me pregunta que es la vida y si creo que todo esto tiene algún sentido. En esas ocasiones, al intentar evocar los puntos del orden del día de mi existencia, en la que tantas veces he confundido lo importante con lo que no lo era en absoluto, pienso en mi gato y me dejo invadir por una extraña conformidad rayana en la alegría, como si por un instante algo estuviera finalmente a punto de encajar, de tener un sentido, de significar alguna cosa."
ResponderEliminarSi señor. Justo eso.
Que grande eres Alfredo!
ResponderEliminarUn abrazo.