Antiamericanismo y antisemitismo

Cuenta Borges que el argentino de su época era casi invariablemente antisemita (aún lo es). Esta estúpida y siniestra costumbre se ha desdoblado en nuestro tiempo en España: el español medio es antisemita y antiamericano a partes iguales.

En lugar de interrogarse acerca de las razones que hacen que los Estados Unidos tengan una tasa de paro que, de forma constante, está por debajo de la mitad de la Europea, más licenciados que nadie, más premios nobles que nadie y de intentar explicar porque ellos y no la elegante Europa son quienes contribuyen más que nadie -per cápita y en términos absolutos- al desarrollo de los países en ídem, la gente, al opinar de los Estados Unidos, derrota en un maniqueo recital de tópicos falaces con aires de mantra casposo.

Jamás, en mis treinta y pico años de vida he oído a nadie en un bar realizar una crítica -severa o no- de los países árabes que sufragan los atentados de los fundamentalistas islámicos. En cambio por todas partes se critica la comida basura de los norteamericanos, su hábito de llevar armas encima y las flaquezas de su sistema de protección social (más ficticias que reales, pero sobre esto no me detendré aunque podría realizar, así, a bote pronto, una tesis doctoral entera y no pequeña desmintiendo esta falacia trivial) y hala, ya está, todos tan contentos. Como si ellos nos obligaran a comer hamburguesas, a pedir una Magnum en la armería de la esquina o hubieran llenado de bombas los trenes de cercanías de Madrid un 11M cualquiera.

Nadie repara en que miles de jóvenes norteamericanos vinieron a Europa a liberarnos de Hitler y no regresaron jamás (en esa época nosotros estabamos muy ocupados mandando 47.000 idiotas voluntarios a matar rusos al servicio de Hitler en la División Azul). En que son ellos quienes inventan las vacunas que nosotros ahora imploramos al gobierno. En que, con todos sus defectos, que son muchos pero no mayores que los de cualquier superpotencia del pasado (España incluida), son ellos quienes lideran la lucha contra esa turbamulta de indeseables que cortan orejas y narices a quienes no comparten sus absurdas creencias religiosas y que aspiran a sumergir a todas las mujeres en fundas de colchón con rejilla.

El antiamericanismo y el antisemitismo son tan populares de forma equitativa en todos los estratos y condiciones sociales y en todas las fuerzas políticas del espectro (incluido el PP que lo es más que nadie por vía franquista, aunque no lo parezca a primera vista -hay que joderse, menudo pareado-) que constituyen nuestro verdadero rasgo diferencial: en todo lo demás no estamos de acuerdo. Tan populares como impopular quien defiende lo contrario, que automaticamente se ve reducido a la categoría de carca, retrógrado, gusano, vendido al imperio, capitalista (esta es mi preferida) o hijoputa (pa no andarnos con rodeos).

A mi juicio no se trata de fenómenos distintos sino de manifestaciones sintomáticas de una única enfermedad: la miseria moral asociada a severas limitaciones cognitivas, que impide percibir que los americanos, con todos sus defectos, están, en todo lo verdaderamente importante, de nuestro lado de la trinchera y que, en el fondo, lo han estado siempre que ha habido que demostrarlo. Pero, precisamente por eso, porque los percibimos como nuestro hermano mayor más adelantado y algo borde, padecemos ataques fulgurantes de celos, envidia y rencor que justificamos con pataletas y salidas de pata de banco.

PD. El record de antisemitismo por centímetro cúbico lo ostentan, sin duda, los medios de comunicación árabes. Cada día recibo, en mi correo electrónico, un mensaje del MEMRI (Middle Eastern Media Research Institute, www.memri.org) que pone los pelos de punta. Desde 1998, el instituto se ha dedicado a documentar el creciente fanatismo de los medios de comunicación árabes. Al leer los correos del MEMRI uno se entera de que esta semana, sin ir más lejos, de acuerdo con la obra de un doctor egipcio llamado Muhammad Abdalla Al-Sharqawi, los judíos tienen "la obligación de matar a cualquiera que no lo sea: un judío peca si tiene la oportunidad de matar a un gentil y no lo hace". En un boletín parecido, otro doctor (¿dónde se gradúan estos tíos?), un tal Jama al-Husseini Abu Farha, profesor de teología en la Universidad de Suez, explicaba, con lucidez similar, que los judíos tienen claras instrucciones, en el Talmud, de "chupar la sangre de musulmanes y cristianos para usarla en rituales religiosos".

Pues eso: fundamentalismo o muerte, valga la redundancia.

PD: Como complemento al argumento de Maya expongo os dejo este bonito enlace sobre bodas con niñas de diez años. Flipante.

http://laciudadana.blogspot.com/2009/08/esto-pasa-en-nuestro-mundo-en-el-siglo.html