Cosas que van mal (desde hace mucho)



1) Los medios de comunicación.

Los medios de comunicación se publicitan a sí mismos como los portavoces de la opinión pública. Sin embargo, es más que evidente de que lejos de serlo son, cada vez más, un instrumento al servicio de los intereses de unos pocos (grupos editoriales, partidos políticos, intereses empresariales). Nuestra sociedad ha sustituido la censura por un mecanismo más sofisticado y perverso: la prensa misma es la censura porque su objetivo ya no es contar la verdad sino producir el caudal de ruido necesario para orientar la atención del ciudadano en la dirección que resulte más conveniente en cada momento (la gripe A, sin ir más lejos).


2) Los políticos.

Los políticos no son intrínsecamente malos: los hay buenos, malos y regulares -como el ciudadano medio, ni más ni menos-. El problema es que la política la cosmética ha suplantado a la cirugía: se trata de hacer ver que se hacen cosas para que todo siga igual, sin atacar nunca los problemas de fondo.

Arreglar algo hace ruido porque hay poderosos intereses que se oponen a cualquier cambio, por muy necesario que este resulte. Por eso los políticos cobardones odian el ruido y recelan instintivamente de las novedades: porque no quieren asumir el coste político que acarrean las decisiones útiles pero impopulares. Reformar el mercado laboral? Reconsiderar la eficiencia de algunas prestaciones sociales? Vade retro, Satanás. En lugar de eso se echa más carbón a la caldera y se cruzan los dedos para que no pete. Y si llueve, se reza a ver si hay suerte y escampa (Zapatero y el desempleo, Rajoy y la corrupción).

Un buen político tiene que enfrentarse a decisiones que forzosamente desagradarán a muchos grupos de interés (sindicatos, prensa, funcionarios, desempleados). Debe tener un plan definido y está obligado a ejecutarlo porque ese plan es la materialización de todos sus principios e ideas. El mal político -la inmensa mayoría, me temo- apenas sabe nada de nada, y cuando finalmente lo averigua carece de energía para hacer algo al respecto... no sea que vayamos a molestar a alguien... y llamen de arriba para echar la bronca... mejor dejarlo así... si total... no vamos a cambiar el mundo... las cosas son así... ya se sabe.

3) Nosotros

Podría haber titulado este apartado "la sociedad" pero la sociedad es la forma en la que los latinos aludimos a toda esa panda de tarados que no somos nosotros. Y ahí está el fallo: nosotros también nos comportamos como tarados porque todos somos formamos parte, por deprimente que resulte a menudo, de esa sociedad que repudiamos.

Queremos que nos quieran. Somos, acaso más que ninguna otra cosa, adictos al reconocimiento (familiar, profesional, social). Pero erramos en el camino. En vez de hacer que nos respeten y aprecien por aquello que realmente somos de verdad, aspiramos a que nos admiren por aquello que nos esforzamos en parecer a toda costa. Por eso nos compramos coches caros y nos ahogamos un poco cada día al servicio de su majestad la hipoteca. Siempre queremos más. Y distinto. Y mejor. Porque nada es bastante cuando uno se convierte en esclavo de sus propias frustraciones.

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