Una tarde de verano


Aquel verano del ochenta y nueve yo conducía un Fiat Uno gris por las carreteras de León y en algún pueblo habían prohibido la venta ambulante en todo el término municipal. Sonaba Jimi Hendrix y en los moteles los cuerpos ardían como ángeles varados bajo el asfalto de las autopistas.

Recuerdo rostros distantes en un tren que pasa. Gasolineras solitarias como jardines abandonados y álamos brillantes moviéndose despacio en la tarde que decae sobre el río. La tierra seca ennegrecida por la noche. Una gota de agua infinitamente repetida en el fregadero de un hotel. El aliento del leopardo transparente que despierta entre cristales y aspira el olor de alguien que duerme a su lado como una estatua derribada.

Intentaba, supongo, encontrarme a mí mismo con la tenue esperanza de que todavía quedara algo dentro de mí que aún pudiera ser rescatado. Ser inteligente sin envenenarme con la lucidez de mis propios principios. Reirme de todo un poco sin dejar de creer. Y, sobretodo, huía. Huía de muchas cosas. De mi familia. Del hastío que intuía en mis profesores, que exudaban cansancio mientras recitaban pronombres y raíces cuadradas con los ojos ausentes.

Ha pasado el tiempo y sigo sin comprender nada de lo que juzgo esencial. Espero, eso sí, reunir algún día el valor suficiente para dejar de preguntarme que demonios significa todo. No tanto porque sepa que todas las preguntas son inútiles, como intentar atrapar tu propia mano con la punta de los dedos, sino porque si sigo haciéndomelas corro el riesgo de encontrar finalmente alguna respuesta y eso es, quizás, lo que más me asusta de todo.

Guardo una tarde de sol, una tarde de sol por si hace falta,
ese es un tesoro que nadie podra arrebatarme.
Guardo la mirada risueña de alguna muchacha.
Guardo en un bolsillo el color de la piel de una naranja...

Te guardo una tarde de sol, una tarde de sol por si la quieres.
Ese es un tesoro que nadie podrá arrebatarte.
Te guardo una mirada risueña que nada pretende.
Te guardo en un bolsillo el calor de mi piel por si vinieses.


(Manolo García, Una tarde de sol).

Comentarios

  1. Mil besos hombre complejo.

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  2. Alguien me dijo una vez que no se podía vivir con un soñador, pero yo nunca he entendido como se puede vivir con alguien que no sueña.

    Sigue soñando amigo.

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  3. Yo subo a dos mil besos, hombre complejo.

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  4. Cito:
    "Ha pasado el tiempo y sigo sin comprender nada de lo que me parcece esencial."

    Pues ya somos dos.

    Maravilloso texto, Alfredo, enhorabuena.

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