Muerte de un soldado


Las sociedades occidentales han desarrollado poderosos ejércitos profesionales apoyados en uso cada vez más intensivo de la tecnología. Esos ejércitos vegetan a la sombra al aguardo de algún tipo de amenaza a gran escala que, esperemos, no llegue a concretarse nunca.

Sin embargo, cuando se los envía a una misión en el extranjero -ya sea de paz o una guerra encubierta como Afganistán- y alguno de esos soldados muere la sociedad destapa todos su cretinismo y señala con su dedo acusador al gobierno de turno como si la muerte de un soldado resultara antinatural e inaceptable.

Esto es, a mi juicio, un ejercicio soberano de infantilismo moral. Los toreros mueren (muchas veces) de cornadas. Los cantantes de heavy metal (casi siempre) de sobredosis. Y los soldados en las guerras. Si no quieren morir de eso que se hagan panaderos o que acaben la FP.

Los ciudadanos de Europa (y en buena medida de EEUU) somos como niños malcriados. Queremos el calorcito del hogar, el coche y todos los regalos bajo el árbol de navidad con su lazo, pero no estamos dispuestos a aceptar que es necesario cierto sacrificio para defender eso tan difuso (y tan importante) que llamamos nuestro estilo de vida de quienes se han propuesto destruirlo autoinmolándose con una bomba pegada a los cojones con superglue.

Por eso, los gobiernos, que no ignoran la ralea de sus pueblos, disfrazan las guerras de operaciones humanitarias o de paz. Porque la palabra guerra está muy desprestigiada -y, sin embargo, me gustaría saber cómo puede un pueblo garantizar su libertad si no está dispuesto a pelear por ella frente a quien pretenda arrebatársela-. Por eso y porque somos tan infantiles que necesitamos eufemismos que mantengan a salvo nuestro miedo a todo aquello que huela a compromiso (el viejo dicho franquista...no te signifiques... tan arraigado en la cultura española).

Hay guerras necesarias. Y, pese a quien pese, es necesario que muchos soldados mueran en esas guerras defendiendo causas que merecen la pena. Se que no es popular decirlo porque estamos borreguilmente adoctrinados en un discurso pacifista que, en realidad, es pura cobardía social revestida con palomas de la paz y porrillos.

Por eso cuando un soldado español (o inglés) muere peleando al servicio de una causa justa no me extraño ni pido la dimisión de nadie. Siento pena porque ha caido uno de los nuestros y, al tiempo, albergo la esperanza de que esa muerte acabe sirviendo de algo en medio de esta marea unversal de fanatismo -del otro lado- y nihilismo -del nuestro- que amenaza con anegarlo todo.

Comentarios

  1. Pues vaya, el día que metan en un barco a todos los políticamente incorrectos, nos vemos en la cubierta. O en el puente, que igual nos nombran Capitán y Primero.
    Esto lo llevo diciendo yo hace años y siempre me tiran piedras, es su trabajo, caramba. Y que nadie me venga con cuentos: yo estuve en el ejército, y "obligado" (mili) y si tocaba palmar, lo hacías por 700 pesetas al mes. Ahora son profesionales: su trabajo no es jugar con jugetes caros, sino ir a jugarse el pellejo. Mueren más guardias civiles atropellados en controles de tráfico y nadie dice nada, pues es lo mismo: su trabajo.

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