Algo que debería darnos vergüenza, en el caso de que aún nos quede (que no es seguro)


Habitamos en un país en el que el nivel de pobreza infantil ya ronda el 30%. Eso significa, por ejemplo, que en España ya hay más de 200.000 niños que malviven con unos ingresos familiares por debajo del umbral de la pobreza. Niños pobres en familias pobres.
 
Las entidades dedicadas a la atención a la infancia alertan de que hay cada vez más niños que se van a la cama sin cenar, que no disponen de material escolar o de ropa apropiada. Muchas familias ya ni siquiera pueden pagar el alquiler, viven realojadas en habitaciones, a menudo en condiciones insalubres y tampoco pueden afrontar gastos básicos como la compra de pañales o de unas gafas.

Olga Cantó, profesora de economía de la Universidad de Alcalá, ha calculado que erradicar la pobreza infantil en España costaría 26.000 millones de euros, mucho menos, por ejemplo, de lo que nos ha costado dar cristiana sepultura a todos los cadáveres que las Cajas de Ahorros habían ido acumulando debajo de sus alfombras. Mientras que en el resto de los países de Europa hasta un 90% de las familias más desfavorecidas reciben ayudas públicas para salir de esta situación, en España sólo tienen acceso a ellas el 18% de las familias.

Deprimente.

En Cataluña la situación no es mucho mejor: la tasa de pobreza infantil sobrepasa el 23%. La Federación de Entidades de Atención y de Educación a la Infancia y la Adolescencia (FEDAIA), es una entidad sin ánimo de lucro que agrupa a 85 entidades catalanas que atienden a más de 35.000 niños y jóvenes a través de una amplia red de centros de menores, centros abiertos, pisos asistidos, servicios de acogimiento familiar y adopción, unidades de escolarización compartida, terapia familiar, talleres y otros servicios destinados a combatir la exclusión social y el desamparo. 

La Generalitat, durante estos meses, ha incumplido reiterada y clamorosamente sus obligaciones con estos centros, poniendo en peligro incluso su subsistencia. Las cosas llegaron a un punto en que tuvo que ser el propio Sindic de Greuges quien se vio obligado a instar a la Generalitat para que, pese a sus problemas de tesorería, diera prioridad a la infancia e hiciera efectivos de inmediato los pagos pendientes.


Sin embargo, Artur Más I "El Independizador" anda ahora ocupado en otros asuntos de mayor enjundia, como eso de internacionalizar "el conflicto" catalán, tarea que esta semana le ha conducido hasta la lejana Rusia. Al margen del sonoro fracaso de la visita, se ha sabido que su estancia en una suite de lujo nos ha costado la nada despreciable cantidad de 1600 euros por noche (ese es el modesto precio de la igualmente modesta Suite Ambassador del Hotel Radisson Royal de Moscú).

Interrogado sobre el asunto su mano derecha (o lo que fuere), el altamente preocupante Oriol Pujol II "El que ha de heredar", ha respondido como lo haría cualquier dictador bananero de república tercermundista en una situación análoga: envolviéndose en la bandera. 

Según Pujol II, las críticas al viaje lo que intentan es "ridiculizarnos y no nos lo merecemos". Pero al decir ridiculizarnos el príncipe heredero de la nación catalana no se refiere, como sería lógico, al gobierno de la Generalitat, sino, por extensión, a todos los catalanes, como si los seis millones de ciudadanos de estas tierras se hubieran hospedado, cual camarote de los hermanos Marx, en la Suite Ambassador.

Pero no cuela. Nadie ha atacado a los catalanes, que esta semana estaban la mar de tranquilos en sus casitas comiéndose sus castañas y sus panellets. Sólo se ha subrayado lo que amenaza con ser un síntoma más del inusitado ataque de megalomanía de un Presidente que, cada vez resulta más obvio, con una mano agita su agenda independentista, mientras que en el puño de la otra oculta lo que de verdad importa, que no es otra cosa que su voluntad de permitir que el creciente y nada casual deterioro de los servicios públicos acabe sirviendo de coartada para su privatización. Todo ello acompañado de un nada disimulado desprecio a los servidores públicos y de unas políticas sociales propias de la derecha más rancia que nada tienen que envidiar a las que cultiva el PP.

Pero claro, de esto no conviene hablar en campaña. 

Aixó no toca, que diría el otro. 

PD. Para acabar un cuento que me encanta.


Celebración de la fantasía

Fue a la entrada del pueblo de Ollantaytambo, cerca del Cuzco. Yo me había despedido de un grupo de turistas y estaba solo, mirando de lejos las ruinas de piedra, cuando un niño del lugar, enclenque, haraposo, se acercó a pedirme que le regalara una lapicera. 

No podía darle la lapicera que tenía, por que la estaba usando en no sé que aburridas anotaciones, pero le ofrecí dibujarle un cerdito en la mano. Súbitamente, se corrió la voz. De buenas a primeras me encontré rodeado de un enjambre de niños que exigían, a grito pelado, que yo les dibujara bichos en sus manitas cuarteadas de mugre y frío, pieles de cuero quemado: había quien quería un cóndor y quién una serpiente, otros preferían loritos o lechuzas y no faltaba los que pedían un fantasma o un dragón. 

Y entonces, en medio de aquel alboroto, un desamparadito que no alzaba mas de un metro del suelo, me mostró un reloj dibujado con tinta negra en su muñeca:

- Me lo mandó un tío mío, que vive en Lima - dijo.

- Y anda bien? - le pregunté.

- Atrasa un poco - reconoció.


Eduardo Galeano


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