Una unidad de destino en lo electoral




A Franco, en sus discursos, le gustaba repetir que España es una unidad de destino en lo universal.

La frase no era suya, ya que, como todo el mundo sabe, ese señor menudito de el Ferrol -que era varias cosas y ninguna buena- no destacaba como retórico y ni siquiera el más contumaz de sus gatoadictos hubiera dicho que se trataba de un estilista oratorio comparable a Marco Tulio Cicerón o a la Infanta Elena, por poner dos ejemplos de serena elocuencia que a buen seguro están en la mente de todos; en realidad era un corta y pega de uno de los puntos de la declaración programática de la Falange Española de las JONS, que incluía otras perlas igualmente cachondas como eso de que España "tenía voluntad de imperio" o eso otro de que "el estado es un instrumento totalitario al servicio de la integridad patria" que, leído despacio, es como para echar a correr y no parar hasta Colliure.

De eso hace ya muchos años y en ese tiempo los ciudadanos de Cataluña hemos tenido ocasión de encontrar nuestro propio vórtice de destino en el mapa estelar de lo universal. Un destino que a ratos puede resultar algo borroso pero que, a lo que se ve, consiste en montar elecciones cada dos años -y no es descartable que otras más en pocos meses- como paso previo a realizar, en un futuro próximo, otras consultas sobre la independencia, el derecho a decidir, la teoría de la relatividad espacial o a saber que otra milonga. 

Todo eso ocurre porque en medio de la bonanza económica general en la que estamos instalados, con las tasas de paro en mínimos históricos, la bolsa al alza, la prima de riesgo en menos de cien puntos y con los bancos y cajas en su mejor momento, los ciudadanos, ahítos de dinero y de buenas noticias, se aburren soberanamente cual monarca en temporada de veda de elefantes y, apa nanus!, por eso mismo, nuestros políticos, siempre prestos a velar por las masas populares, con el total desinterés que cada día revelan las crónicas de sucesos, se devanan los sesos diseñando actividades lúdico-recreativas para tenerlos entretenidos.

Visto así los referéndum y las elecciones que nos asolan vienen a ser lo que la petanca para los jubilados: una forma inerte de entretenimiento, una nueva modalidad de "panem et circenses" concebida para mantener al personal tranquilo sin necesidad de fármacos psicotrópicos. Una alternativa civilizada a los garrotazos que los Mossos d'Esquadra, bajo la sabia dirección de ese intelectual llamado Felip Puig, están tan inclinados a administrar a todo aquel que se alborote o proteste más de la cuenta.

Por eso mismo, en el improbable caso de que a algún catalán no le de para llegar a fin de mes, pase hambre u otras necesidades básicas, haya sido desahuciado, tenga que esperar seis meses para operarse de cataratas o no encuentre empleo, hay que recordarle que es menester que sufra en silencio como si estuviera aquejado de un proceso hemorroidal o sugerirle que, al menos, se queje bajito como si se estuviera confesando a su cura párroco, no sea que sus quejumbrosos lamentos alteren la sublime tarea redentora en la que están embarcados, en su insaciable y desmesurado desvarío, allá por el monte Olimpo de la Plaza Sant Jaume, nuestros nunca bien ponderados líderes nacionales. 

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