Otro año que pasa



Cuenta la mitología griega que Hércules puso dos pilares en medio del océano, en el límite del mundo conocido, en los que inscribió la leyenda "Terrae non plus ultra": no hay tierra más allá. 

Cada año que empieza es un poco como ese océano incierto que aguardaba a los exploradores más allá de los mapas: un vasto territorio desconocido en el que algunos amigos se irán, padeceremos nuevos achaques, olvidaremos algunos sueños y, si tenemos suerte, soñaremos otros nuevos. Crecerá el laurel y se marchitarán otra vez las rosas. Escucharemos nuevas canciones y al caer la tarde caminaremos por los surcos recién abiertos por la lluvia en la grava del camino. 

Pero no hay garantías de nada, nunca las hay, ni para bien ni para mal. Como dice Karen Blixen, en una escena memorable de Memorias de África, cuando los dioses quieren castigarnos atienden nuestras plegarias, así que conviene tener cuidado incluso y sobre todo con aquello que deseamos. Pero tampoco se puede vivir sin deseo y sin fiebre, así que, hagamos lo que hagamos, uno siempre corre el riesgo de morir remando hacia la orilla. 

Al despedirme de este año no puedo evitar pensar en una amiga que se ha ido para siempre y eso me hace sentirme triste y más pobre. Me gustaría pensar que está en un lugar desde el que es testigo de las múltiples tonterías que hacemos, pero carezco de la certeza que la fe religiosa ofrece en esa materia a los creyentes. A través de ella, sin embargo, he conocido a un amigo al que aprecio mucho y, de alguna forma que no puedo explicar, estoy convencido de que cada miércoles que nos tomamos un café ella nos observa y sonríe, como si algo minúsculo se equilibrara a través de esa amistad en la infatigable entropía del universo.

Es una tontería, ya lo se. Pero a mi me basta.

Feliz año 2013 a todos. 

Y suerte.

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