Diez años



Hoy 31 de octubre de 2016 este blog cumple diez años. 

Todo empezó allá por el lejano 2006. Consultando Google he comprobado que aquel año ganaron las elecciones Evo Morales, Hugo Chávez, Lula da Silva y Rafael Correa. Continuando con las malas noticias, fallecieron Rocío Jurado y Rocío Durcal. También hubo cosas buenas. Fernando Alonso ganó su segundo campeonato de F1 (con Lobato gritando de fondo) y, la mejor de todas, por fin se murió el sanguinario dictador Pinochet, cuyo devenir existencial es la mejor prueba de que dios no existe.

Y empezó, como no podía ser de otra forma, con poesía. Con un poema de Ada Salas, que decía así:

Visto con la perspectiva que da el tiempo la elección del poema, que recuerdo casual, me parece, sin embargo, significativa. Es verdad que las palabras no borran el pasado ni limpian el rastro de estar vivos, pero, como dice Ada Salas, alumbran una isla en el lugar del miedo y extienden una rama que en realidad se parece mucho a un chaleco salvavidas en medio de la tormenta o a Wilson, la pelota con la cara pintada con la que conversaba día y noche Tom Hanks en Náufrago. 

Pero las palabras se las lleva el viento y mueren en silencio. Supongo que por eso, para que no desaparecieran sin dejar huella, empecé a dejarlas caer aquí, noche tras noche, hace ya diez años. Diez años, 872 entradas, muchas horas robadas al sueño y muchos buenos ratos en los que acabas escribiendo acerca de cosas que un rato antes hubieras jurado que ni remotamente rondaban por tu cabeza. Y sin embargo, estaban ahí dentro, agazapadas, esperando su momento.

En este tiempo muchos blogs que leía han desaparecido o han dejado de publicarse. La gente moderna se ha pasado a Facebook o Twitter. El primero tiene la ventaja de que puedes reencontrarte con novios o novias con las que saliste en la Edad Media y que con un poco de suerte igual ya han olvidado las más que convincentes razones por las que te dejaron hace veinte años. Y Twitter es el igualador social que Gardel cantaba en Cambalache, el vertedero febril en el que cualquier imbécil se permite el lujo de dar lecciones de teoría gravitacional a todo un premio Nobel de Física y en el que siniestros individuos que compensan su falta de aptitudes intelectuales y su total carencia de escrúpulos morales con el agudo olfato para la impostura tan característico de la hiena oportunista (hola Gabriel Rufián!) hacen gala de unas limitaciones cognitivas cuyo volumen y magnitud haría necesario su urgente internamiento en una institución psiquiátrica. 

Aquí sigo. Y seguiré. Porque me gusta y porque tengo la muy cabezota tendencia (hola papá!) de reservar mi más bien desnutrida perseverancia para las pocas cosas que me gustan. Y porque, si quieren saber la verdad y toda la verdad, que diría Adolfo Suárez, en realidad tampoco sirvo para ninguna otra cosa. Pero, eso sí, con la confianza que da todo lo que hemos compartido a lo largo de estos años, por favor, guárdenme el secreto y no se lo digan a nadie, que si se corre el rumor de que no sirvo para nada tendré que meterme en política y a mi edad ya no me veo. 




PD. Gracias a todos por estar ahí. Cada una de vuestras visitas es un regalo. 


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