El Golem



Para que se hagan una idea Donald Trump es un hombre que miente bastante más de lo que lo haría una persona que utilizara para validar sus argumentos el dudoso método de lanzar una moneda a cara o cruz sin saber absolutamente nada de nada sobre el fondo del asunto. Según la web Fact Checker, que contrasta las afirmaciones de los políticos norteamericanos Trump falta a la verdad el 63% de las veces, nada más y nada menos que entre tres y cuatro veces más de lo que lo hace un candidato "normal".

Sin embargo, como pueden ver en la última encuesta del Washington Post y de la cadena ABC, a finales de octubre los electores consideraban, de forma mayoritaria, que Trump es más honesto que Clinton. 

¿Cómo es posible algo así?

Para empezar conviene recordar que la política no tiene que ver con la realidad sino con nuestra percepción de la realidad, que casi siempre tiene poco o nada que ver con aquella. Para muchos votantes Trump puede ser un bocazas y un mentiroso, pero Clinton, es vista como una taimada y veterana burócrata que oculta por sistema sus verdaderas ideas. ¿Cómo racionalizan eso muchos electores? Bueno, Trump es un tío que dice lo que piensa y que no se somete a los dictados de nadie, un bocazas, si, pero también un hombre hecho a si mismo que procede el extrarradio del sistema y que va a cambiar las cosas con su visión y su liderazgo. 

En realidad no sólo miente por sistema sino que es tan pertinaz en la disciplina de faltar a la verdad que es capaz de cambiar incluso de mentira sin apearse del burro. Un ejemplo. Durante mucho tiempo especuló con el hecho de que Obama no fuera nativo americano -lo que, de ser cierto hubiera significado que no podría haber sido presidente-. Cuando resultó evidente que era una patraña y Obama presentó su certificado de nacimiento Trump dijo que él nunca había dicho tal cosa y añadió que, eso si, era un certificado un poco raro. Más tarde diría que nunca puso la cuestión en duda.

Miente hoy, miente mañana y si algún día rectifica, miente de nuevo sobre lo que dijo utilizando como palanca (adivinen) una nueva mentira. Y para algunos electores, por sorprendente que parezca, esa acumulación de mentiras produce una espesa niebla que en el colmo del delirio llegan a confundir... con la verdad. 

Lo que voy a decir no es políticamente correcto. Y suena elitista. Pero es lo que pienso y por tanto no tengo más remedio que decirlo. Mi opinión es que semejante cosa ocurre porque gran parte de la gente (en Estados Unidos pero también en cualquier otro lugar) es completamente imbécil y no tiene ni una onza de cerebro operativo. Ignoro cual es el porcentaje (algo me dice que debe rondar el 30% de los electores, pero no descarto que sean más) pero estoy seguro de que los cretinos son decisivos en cualquier contienda electoral.

Por lo común los mentecatos se distribuyen de forma equitativa entre todos los partidos (salvo en los extremos, en los que el número de bobos se dispara), pero tengo la impresión de que en Estados Unidos la tontería se ha concentrado en los últimos años de forma mayoritaria en el bando republicano y no lo ha hecho por obra del azar, sino porque este partido ha estimulado de forma deliberada y consciente la irracionalidad y el misticismo como parte de su estrategia política: negando el cambio climático, la teoría de la evolución, los derechos de los homosexuales, promoviendo el uso indiscriminado de armas de fuego y yendo incluso contra la tradición liberal del partido (por eso Trump ofrece proteccionismo comercial y muros de hormigón, algo que hubiera revuelto las entrañas de los viejos republicanos).

En las últimas décadas el partido republicano cocinó a fuego lento un caldo de patrañas con el que esperaba cosechar una victoria electoral. Pero apareció Obama con su música invisible y se los llevó por delante. Su respuesta fue echar más carbón a la caldera: Estados Unidos se hunde, los musulmunes nos invaden, los chinos nos quitan nuestros puestos de trabajo, los homosexuales quieren homosexualizarnos a todos. Con ese y otros argumentos igual de patéticos (y peligrosos) los herederos del Tea Party ya veían la victoria al alcance de la mano. Y entonces... apareció Donald Trump que, utilizando esos mismos argumentos y llevándolos al paroxismo, fue destrozando, uno a uno, a todos los candidatos que el partido repúblicano fue interponiendo en su camino.

Siempre que aparece en televisión el obsceno rostro de Trump (al que los medios llaman "el magnate" con esa adoración papanatas por el dinero tan característica de nuestro tiempo), me viene a la memoria aquel poema en el que el maestro Borges refiere la historia del rabino que construye un Golem. En el folclore medieval y en la mitología judía el Golem es un remedo de ser humano hecho a base de arcilla o barro al que su creador insufla vida. Pero se trata de un simulacro incompleto, brutal y estúpido (en cierto sentido, un precursor del robot moderno), carente de sentimientos y falto de la semilla distintiva del auténtico espíritu humano que, precisamente por eso, al final acaba siendo más una fuente de problemas que otra cosa. Así lo cuenta Borges:


El rabí le explicaba el universo
"esto es mi pie; esto el tuyo, esto la soga."
y logró, al cabo de años, que el perverso
barriera bien o mal la sinagoga.

Sus ojos, menos de hombre que de perro
y harto menos de perro que de cosa,
seguían al rabí por la dudosa
penumbra de las piezas del encierro.

El rabí lo miraba con ternura
y con algún horror. '¿Cómo' (se dijo)
'pude engendrar este penoso hijo
y la inacción dejé, que es la cordura?'



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