Escaxinando



En algún momento del año 2014 un coche de esos que graban imágenes para google maps pasó por delante de mi casa en Asturias y resulta que, por esas casualidades del destino, allí taba mi tíu, agachau escaxinando fabes nel garaxe. Me cuesta expresar la idea en castellano. Según el diccionario escaxinar significa "mondar" pero, aunque no dudo de que la traducción sea correcta, puedo afirmar sin ningún género de duda que para una asturiano la expresión "mondar fabes" resulta completamente alienígena e incomprensible.

Si el coche de google volviera a pasar mañana ya no encontraría a mi tío, porque se acaba de morir por culpa de un cáncer en el cuello, un cáncer virulento y terrible que resume muy bien porqué alguien dijo una vez que esa enfermedad es el emperador de todos los males. Ese es precisamente el título de un libro excepcional de Siddartha Mukherjee en el que a lo largo de 712 páginas repasa la historia del cáncer y los insidiosos y sofisticados mecanismos que desarrolla (casi diría diseña) para acabar con nosotros. Es uno de los mejores libros que he leído en mi vida y, sin embargo, no se lo recomiendo a nadie: a pesar de que no soy una persona aprensiva a la altura de la página 500 ya había comenzado a notar evidentes síntomas de metástasis hasta en los calcetines. 

A lo largo de estos últimos años he perdido a varias personas muy queridas por culpa de esa enfermedad. Espero, de corazón, que mi tío sea la última. Cada vez que ocurre lo más difícil de sobrellevar, más allá del dolor inmediato, es la ingrávida sensación de vacío que va creciendo con el paso de los días: mi cabeza sabe que esas personas no están pero, de alguna forma, mi corazón espera que cuando mañana jueves llegue a Asturias mi tío se levante de su silla de mimbre y se acerque para abrazarme como lo ha hecho siempre.

Estás aquí, conmigo. Lo sé y lo iré aprendiendo. Pero hoy sólo puedo pensar en que ya no puedo abrazarte y nada alcanza a consolar esa sensación de desamparo, esa pena tan grande. Lo único que te puedo prometer en esta hora triste es que siempre te recordaré y que tu voz, cada una de tus palabras, seguirán resonando en mi cabeza mientras siga con vida. Sólo eso -un puñado de palabras que no son nada- puedo ofrecerte a ti, que siempre me lo diste todo. 

Si hay algo de justicia en el universo, espero que estés en un lugar en el que las tardes sean muy largas, el sol entre por la ventana abierta, se escuche el rumor del río y cada momento rescate para ti el amor y la dicha de los días en los que fuiste feliz. Descansa en paz. Te quiero mucho y te querré siempre. 

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