Invernación o lo que sea
Me gusta Drew Kennedy porque en sus canciones hay algo raro y normal a la vez y yo casi siempre me siento así, como si estuvieran a punto de rompérseme los últimos hilos que mantienen en su sitio, a duras penas, una costura de esas que no se pueden reparar con hilo de algodón y aguja de coser.
Una de mis películas favoritas es Elegidos para la Gloria. Allí se cuenta el durísimo proceso que la NASA llevo a cabo para elegir al primer grupo de hombres (la idea de que pudieran ser mujeres resultaba casi tan alienígena como hoy) que serían enviados al espacio. Muy pronto los aspirantes a astronautas se dieron cuenta de que la idea inicial de la NASA era utilizarlos como si fueran la perrita Laika a bordo del Sputnik 2: como pasajeros y no como auténticos tripulantes de la nave. Por fortuna, consiguieron impedirlo.
En paralelo, la película relata otra historia que me emociona aún mas, la del piloto Chuck Yaeger y sus intentos por romper la barrera del sonido. Yaeger, en opinión de muchos de sus compañeros, el mejor piloto de pruebas de las fuerzas aéreas norteamericanas, no fue seleccionado por la NASA como candidato para su programa espacial porque carecía de estudios universitarios, así que mientras que sus compañeros alcanzan la gloria como astronautas él sigue rompiendo récords de velocidad en medio del desierto.
El papel de Yaeger lo interpreta ni más ni menos que el actor, guionista y (formidable) dramaturgo Sam Shepard, que, entre otros muchos avatares existenciales tuvo dos hijos y una tormentosa relación de varias décadas con Jessica Lange, cosa que a mi me parece bastante más prodigiosa que orbitar Neptuno volando a lomos de una secadora doméstica utilizando crema de licor de orujo como combustible. Cuando se conocieron él estaba casado y ella acababa de tener un hijo pero... hay trenes que pasan una vez en la vida y que son de tan alta velocidad que no hay estación ni apeadero capaz de detenerlos.
¿Por qué les cuento todo esto? En realidad no lo sé. Si tuviera la respuesta para preguntas como esa ahora mismo estaría en mi camita durmiendo a pierna suelta como cualquier diputado después de una buena comilona y no aquí relatando historias irrelevantes e inconexas para consumo de vaya usted a saber quién y cuándo. Como Gabriel Rufian, que hoy ha confundido (varias veces) hibernación con "invernación" (sic), para regocijo del personal, que no le perdona que sea un muchachote tan campechano y tan... lo que quiera que sea.
Lo que quiero decir (quizás) es que la vida es un tejido en el que se entrelazan los hilos de lo normal y de lo muy raro sin solución de continuidad: a veces no ganan los mejores, a veces llegan a Diputados auténticos mequetrefes, a veces los caminantes blancos derriban el muro, a veces el amor surge donde menos te lo esperas y cuando menos conviene, a veces te atropella una tranvía y a veces consigues aterrizar en la Luna y convertirte en un héroe nacional por razones que tienen que ver, por supuesto, con los méritos propios, como tu sorprendente capacidad para no vomitar si te meten dentro de una centrifugadora, pero también con circunstancias tan ajenas a tu voluntad como que al gobierno de tu país le da un ataque de celos la posibilidad de que los malditos comunistas puedan llegar a ser los pioneros de la aventura espacial y que por eso, para impedirlo, se dedique a fundir dólares como si no hubiera un mañana en una agencia espacial cuyo único objetivo es llegar antes que nadie a la Luna.
En el fondo en la vida todo está siempre un poco fuera de control. Mucho me temo que bastante más de lo que nos gusta creer: a punto de descoserse, de quebrarse, de dar a luz a otra cosa, de explotar, de disolverse, de olvidarse y de mudar de naturaleza. Pero, la verdad, tampoco estoy muy seguro de que lo que trataba de contarles hace un rato fuera eso. Quizás era otra cosa, pero a lo mejor se me ha olvidado a mitad de camino. Mi cabeza funciona así y no tiene pinta de mejorar con los años, así que ya me disculparán.
PD. Ya sabía yo que se me olvidaba algo. Una cosa más. Un consejo, si ustedes me lo permiten, válido para grandes y chicos, mujeres y hombres, homosexuales, heterosexuales y cualesquiera otras permutaciones amorosas: antes de considerar siquiera la mera posibilidad de arrejuntarse con nadie asegúrense de qué (el/ella/ello/lo que fuere) les mira como él mira a Jessica Lange en esa foto de abajo, con esa mirada que significa que esa persona en particular es lo único que importa en la vasta y desolada superficie del universo y en sus millones de fulgurantes estrellas que centellean y languidecen lentamente antes de morir. Puede que este consejo no baste para esquivar los largos dedos de la infelicidad, pero estoy seguro de que si lo siguen al pié de la letra, al menos, evitarán que el aburrimiento acabe golpeando los cristales de su ventana.
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