20 de septiembre, Oviedo



Acabo de aterrizar de mi (segundo) viaje a Creta y resulta que merodeando por su página web me entero de que, como pueden comprobar en la sofisticada infografía digital (digital porque parece hecha con un dedo) que encabeza este texto, por esos azares del destino, el 20 de septiembre Ana Moura actuará en Asturias con ocasión de las fiestas de San Mateo de Oviedo, así que en cuatro días andaré preparando otra vez la maleta y echando gasolina al coche para escaparme a mi tierra y escuchar su prodigiosa voz a apenas cien metros de las viejas aulas de madera del caserón de la Universidad en la que pasé cinco largos años estudiando derecho (se ve que yo era más lento que Pablo Casado).

Hay gente que dice que se aburre cuando no trabaja. A mi, eso, con franqueza, me parece un marcianismo gilialienígena entre enfermizo y deprimente, pero como hay que respetar a todo el mundo me cuidaré mucho de decirlo. Bueno, en realidad ya lo he dicho y lo dicho, dicho está. El caso es que yo necesitaría días de al menos 36 horas para hacer todo lo que me gusta hacer cuando estoy de vacaciones y, en cambio, cuando trabajo los minutos se me hacen más cuesta arriba que las desoladas y resplandecientes laderas del Tourmalet.

A mi tío Pepe le habría gustado subir en coche al Tourmalet. Y yo nunca encontré la ocasión de llevarle. Esas cosas son las que me saben mal de verdad, porque no es cierto que siempre haya una segunda oportunidad. Muchas veces no hay ni siquiera una primera. A lo mejor Ana Moura no vuelve a tocar en Oviedo. O a lo mejor a mi me atropella pasado mañana un tren de mercancías cargado de harina de Tardienta y acabo mis días rebozado como una croqueta. Quién sabe. 

Pero mientras dure y precisamente por qué no se sabe lo que va a durar, hay que exprimir la vida todo lo que uno buenamente sea capaz. Nuestra única certeza existencial es que después del capítulo en el que damos con nuestros huesos en el hoyo se acaba la temporada y aquí no hay giro argumental ni desenlace inesperado que nos absuelva, rescate ni redima para la siguiente. 

Sean felices o al menos inténtenlo, que es lo máximo a lo que los seres humanos, hermosos y mortales, podemos aspirar.

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