Feliz Navidad


Llega otra Navidad, quizás la más extraña que me ha tocado vivir, probablemente la más extraña que nos ha tocado vivir a muchos de nosotros.

Resulta difícil ser optimista cuando oscurece y todo se congela como un tren abandonado en una vía de servicio, pero, a pesar de todo, ni en las peores circunstancias me he permitido el lujo de dejar de serlo, porque he llegado a un punto de mi existencia en el que estoy convencido de que todo tiene un sentido, aunque sea un sentido que me resulta imposible de comprender, porque si no fuera así, si todo fuera caos y azar, no importaría nada, ni las arrugas de la cara de mi padre, ni los días en los que la lluvia limpia el polvo de las hojas, ni el dolor, ni la nostalgia, ni el mar, ni los sueños, ni el cielo, ni todas esas cosas pequeñas, familiares y confortables que tanto me gustan y también porque -esto me parece muy importante- como dijo Don José Ortega y Gasset, todo en el mundo es extraño y maravilloso para unas pupilas bien abiertas.

Así, con las pupilas bien abiertas, celebraré una vez más la Navidad y la llegada del año nuevo, porque en realidad no se trata de creer o no en la Navidad -no hay nada tan superficial como las opiniones-, sino de someterme a una llamada que se renueva año a año, de dejarme arrastrar por un instinto profundo que me dice que, en la tesitura de tener que elegir, es mejor dejarse arrastrar por la felicidad, la pasión, las luces de colores y hasta por la embriaguez del glühwein que incurrir en un exceso de cordura y acabar comportándome como si todos los días fueran modestas variaciones de un mismo día que se repite sin cesar. 

Feliz Navidad a todos!



Un poema de Karmelo Iribarren

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