Aprender


El carácter es una fruta extraña, que a menudo sólo madura a base de golpes y de lágrimas. Por eso no es infrecuente que la gente que ha sufrido sepa mucho más de la vida y de sus entresijos que la que se ha limitado a mantenerse en la orilla, a salvo de la corriente, apartando siempre la mano del fuego para no chamuscarse los dedos.

Nunca es tarde para aprender, para reconocer los errores, para empezar de nuevo. Para conseguirlo hacen falta varias cosas: determinación, porque la vida son hechos y no palabras, inteligencia y, más que ninguna otra cosa, amor, porque cuando hay amor de sobra, sobran todas las razones y no hay obstáculo que no se pueda superar. 

A menudo nos desgastamos tratando de encontrar el sentido de la vida, pero la vida solo tiene sentido -si es que lo tiene- si somos capaces de dar amor, recibirlo y saber perdonar. Todo lo demás es una pérdida de tiempo. 

Por lo demás conviene recordar una cosa que casi siempre se nos olvida: suceda lo que suceda, tómatelo con calma, porque si es de verdad, la luz del amor acabará por encontrarte por mucho que te escondas. El amor, como el mar, siempre se abre paso.

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