Mi sobrino José (I)


Este fin de semana he tenido la oportunidad de jugar al ajedrez con José, mi sobrino de 6 años. Para los no iniciados diré que se trata de un niño más bien movido: no se está quieto nunca. Nada más empezar descubrí que para José el ajedrez es un deporte dotado de reglas algo peculiares. Así, por ejemplo, después de un minucioso estudio -que me costó tres o cuatro derrotas fulgurantes- llegué a la conclusión de que:
a) Sus caballos puede desplazarse a cualquier casilla si se emiten simultáneamente las palabras mágicas (de oscuro significado): uno, dos, uno. Además, el caballo puede atacar cualquier pieza situada a menos de treinta centímetros de su posición inicial aunque ello suponga violar algunas leyes no sólo del ajedrez sino también de la relatividad espacial y general. Incluso puede agredir -cual antropófago psicópata- a sus propios peones si éstos se interponen en sus perversos objetivos.
b) El movimiento de las torres, siendo algo menos extravagante resulta igual de efectivo ya que los habituales desplazamientos en línea recta van acompañados de súbitos y desconcertantes cambios de columna que hacen que una torre pueda alcanzar cualquier pieza enemiga situada en un ángulo frontal de unos treinta grados (ampliables si la situación lo exije).
c) Las reglas autorizan a José a mover discrecionalmente las piezas su adversario si su emplazamiento impide la ejecución de algún propósito estratégico superior. Asimismo puede invalidar las jugadas ajenas -retrotrayendo la pieza correspondiente a su posición inicial o, en su defecto, a una más conveniente- si dichas jugadas le resultan molestas o poco satisfactorias.
En estas condiciones, huelga decir que obtuve varias derrotas inapelables que fueron acompañadas de tremebundas sonrisas de satisfacción por parte del ganador.

Comentarios

  1. que se siente cuando te da una soberana paliza blanqui-negra un enano que probablemente sepa más que tu???...y que yo....eso seguro.

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