Mis favoritos (I) "Beautiful Girls"


Si uno busca "Beautiful Girls" en Google comienzan a aparecer muchachas que han perdido su ropa y no parecen demasiado preocupadas por el asunto. No se trata de eso (al menos no ahora). Beautiful Girls es una película de 1996 dirigida por Ted Demme (cineasta de temprana muerte) en la que su protagonista, Willie Conway (Timothy Hutton), es un joven pianista de 30 años a punto de casarse que regresa a su pueblo para una reunión de ex-alumnos del instituto. Allí se reencuentra con sus viejos amigos del cole y con los avatares personales de cada uno de ellos: matrimonio, relaciones frustradas o frustrantes, expectativas laborales que no llegaron a cumplirse. En paralelo, conoce a una joven vecina (Natalie Portman), todavía una niña, que se enamora de él y reencuentra a una bella compañera de instituto (Uma Thurman). Acosado por las dudas (con Portman y Thurman cerca cualquiera no...) Willie se debate entre casarse y convertirse en agente de seguros o seguir explorando los últimos rescoldos de su vida de pianista post-adolescente.
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Beautiful Girls es una película coral -impagable papel, por ejemplo, de Matt Dylon como ex-ligón del instituto que un día sintió que tenía el mundo a sus pies y que ahora sobrevive quitando la nieve con su coche- sobre la transición a la madurez. Sobre las decisiones que tomamos y las razones por las que nos vemos obligados a tomarlas. Sobre los sueños que una vez tuvimos y que la vida ha ido laminando inexorablemente. Sin embargo, no es una película triste porque también nos recuerda que donde menos lo habríamos jurado -esa vecinita de al lado, por ejemplo- el azar nos reserva uno de esos momentos fulgurantes (más o menos perdurables) que hacen que la vida valga la pena.
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En el fondo, como ocurre en todas las grandes obras de arte, Beautiful Girls nos sitúa frente a un espejo en el que resulta fácil reconocer una fracción más o menos significativa de nuestra vida y de nuestros pequeños éxitos, conflictos y frustraciones personales. Un espejo que nos recuerda que, pase el tiempo que pase, si escuchamos con atención siempre hay un agudo que chirría en la banda sonora monocorde que componen la hipoteca, los cites de reexportación, el colegio de los niños y tantas otras menudencias triviales de la vida.

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