De ídolos y hombres.


Nos encanta eso de idolatrar a otra gente, venga a cuento o no. Entre esas idolatrías hay algunas, pocas, justificadas -Martin Luther King, Gandhi, Alejandro Agag- y otras bastante absurdas como la del Ché Guevara o Arafat -el del pañuelo ese tan progre y enrollao-.

Una de las más graciosas es la del Ché Guevara. A mi, personalmente, el Ché me parece un señor que se tomaba demasiado en serio a sí mismo, tanto como para creerse que tenía soluciones para todo un continente y para toda la humanidad. Yo ni siquiera tengo soluciones perfectas para ordenar los iconos del escritorio de mi portatil y el, en cambio, iba a arreglar el mundo echándose al monte: primero en Cuba, luego en el Congo (en un episodio delirante que acabó como el rosario de la aurora) y al final en Bolivia.

Desde siempre los visionarios me caen más bien gordos, ya se llamen Fidel Castro, Bush o Aznar. Además, alguien que proclama a los cuatro vientos su amor por toda la humanidad, así, en bloque, me parece, en principio, o un mentiroso del copón o un individuo de lo más enternecedor. ¿Es que el Ché no tenía vecinos para saber cómo es la gente en realidad? ¿Y si lo sabía, por qué narices quería salvarlos?

Comentarios

  1. Totalmente de acuerdo con el artículo. Añadir también que me repatea el que se pinte a este señor como un santo y cuidado de decir algo en contra de este "libertador mundial" porque te puede caer encima la ira de toda una masa de borregos compra camisetas llamándote de todo.

    Acabo de descubrir su blog y de los pocos artículos que leído solo decirle que da gusto leer cosas escritas con espíritu crítico y sobre todo con sentido común y sin dejarse llevar por lo políticamente correcto o por una ideología fanática.

    Enhorabuena por el blog. Un saludo.

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