La gente es idiota (IV)



Hace una semana un comentarista de Televisión Española, en la retransmisión de la final del torneo de tenis de Montecarlo, vociferaba "Todos estamos con Nadal!” Me pareció curiosa -y algo sospechosa- tanta unanimidad en un país que no se pone de acuerdo ni para poner letra al himno. “Ah, ¿sí? ¿Todos? Y eso ¿por qué? ¿Porque ese chico es de Manacor y no suizo? ¿Lo que cuenta es el lugar de nacimiento y nada más?

Creo que el nacionalismo más canalla es el nacionalismo inconsciente. El que se vive como si fuera la cosa más natural del mundo. El que decide que las carreras de coches sólo tienen interés si las puede ganar un chaval de Asturias, Tardienta o Torrelodones. El que convierte una olimpiada en un recuento pueril de hazañas patrias: "España ha logrado hoy su sexta medalla de oro", como si mi abuela, que en paz descanse, también practicara el tiro al plato. El que hace que, si se produce un terremoto con 50.000 víctimas, lo esencial no sea la tragedia, sino averiguar si algún compatriota ha sufrido un hematoma o una rozadura perianal.

Lo más gracioso es que los que así se comportan se declaran con ese énfasis tan característico de cualquier barra de bar “ciudadanos del mundo”, opuestos a “todos los nacionalismos” -en el entendido de que ese todos solo excluye, como es natural, el suyo propio-. Esos preclaros internacionalistas libres de prejuicios son los mismos que se quejan de que "Cataluña se lo lleva todo", los que preferirían que "el País Vasco fuera ocupado por el ejército para acabar con ETA", los que piensan que "los andaluces son una panda de vagos que solo quieren cobrar el desempleo" y, por supuesto, que los extranjeros de todo pelaje y procedencia "son delincuentes".

Sé que las pulsiones tribales (en los diversos formatos de tribu: familias, barrios, pueblos, regiones, naciones) están, muy a mi pesar, profundamente enraizadas en el alma humana. Y se también que esas pulsiones hacen del nacionalismo la variable que explica gran parte de las tragedias de la historia (guerras, persecuciones a minorías étnicas o religiosas, gobiernos fascinerosos que utilizan la causa nacional para explotar sin disimulo al pueblo). Pero, precisamente porque eso es así, es preciso mantener la "cuestión nacional" a buen recaudo, evitando que cualquier pendejada política o deportiva sirva de excusa para dar rienda suelta a exaltadas manifestaciones de amor patrio que, al final, no son sino cutres homenajes a la trivialidad más absoluta y a la nada en calzón corto.

Resumiendo: no hay nada malo en animar a un tío tan estupendo como Rafa Nadal si a uno le viene en gana. Pero es bueno recordar que el mérito de Rafa Nadal sería exactamente el mismo si en lugar de ser Manacorí fuera uzbeko. Y, precisamente por eso, porque él podría ser uzbeko y porque nosotros somos seres libres, podemos desear que ganen Roger Federer o Novak Djokovic (asumiendo eso si que, en justa reciprocidad, el uzbeko Nadal les dará, con toda probabilidad, una buena tunda a ambos).

Cuanta hipocresía destila este nuestro mundo.

Y cuanta estupidez profesamos todos tan concienzudamente.

PD. Como prueba de mi irrefutable antinacionalismo, yo soy fan de Elena Dementieva y Vera Zvonareva, las tenistas de las fotos ut supra, sin tener en cuenta para nada si son rusas o de Leganés, mormonas, armenias, judías o adventistas del séptimo día. Ea.

Comentarios

  1. Es que todavía no salimos de la aldea, por muy global que la llamen, somos de aldea; y los de la aldea de al lado son...

    ...tan idiotas como nosotros.

    Coincido con tu opinión sobre las señoritas de las fotos, incluso sería capaz de hablar catalán en la intimidad con Gemma Mengual, ¡que antinacionalista me vuelvo por momentos!

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  2. Totalmente de acuerdo.

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  3. El peor invento de la humanidad ha sido la guerra, y depués las fronteras. A eso le seguirían las religiones, pero eso es otra historia.

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  4. La guerra, Yuki y las fronteras, no se entienden sin la idea de nación y de patria. Dudo mucho que los pastores de ovejas castellanos hicieran la guerra por su cuenta contra los pastores -pongamos por ejemplo- franceses.

    Hace falta una idea nacional que articule el conflicto: de esa idea nacional salen las fronteras y las guerras.

    Con las religiones ocurre como con el nacionalismo: que generan dinámicas nosotros/los otros. Y siempre que eso ocurre el conflicto está servido.

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  5. Curioso contraste entre esta entrada y la del 7 de mayo...

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  6. Todo eso está muy bien.. Sin fronteras, sin banderas, sin patria, sin religiones... Qué guay es soñar despierto chavales. Pero el motivo por el que Nadal o Fernando Alonso despiertan nuestra simpatía es porque son españoles como nosotros nos guste o no. Y la afinidad, cultural, nacional, regional o lo que sea es algo innato. Está bien apoyar si quieres a tenistas rusas buenísimas, pero botar y dar saltos de alegría y de emoción, eso solo te pasa con cada pedalada de Indurain o con cada raquetazo de Nadal, por poner dos ejemplos. Y eso lo he visto hasta con nacionalistas vascos y catalanes. Y porque se emocionan si es un tenista español? Pues por eso mismo... Porque es del pueblo, j*der!

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