Silencios y miedos


Tengo un blog. Este. Aquí cuento cosas que me pasan, otras que me invento, cosas que otros han imaginado, que me han ocurrido o que espero lleguen a ocurrirme. Un poco de todo. Pero, en esencia, aquí estoy, con mi vida asomada al afilado peine de los cuatro vientos.

Se puede discutir que porcentaje hay en todo esto de sinceridad y de exhibicionismo narcisista, pero creo que ese debate seria trivial y de poco provecho. Como en todo lo que hacemos hay porciones indistinguibles y variables de ambas cosas según el momento y la ocasión. Y necesidad de escribir. Y de que alguien te lea. Y vanidad. Y miedo a la soledad. Y locura. Y desesperación. Y amor. Y oscuridad. Y viajes. También desaforadas esperanzas y depresiones proporcionales. Y procesos intangibles del alma que se me escapan y en los que es preferible no intentar adentrarse demasiado.

Lo que ahora me ocupa es algo distinto. En este blog y en muchos otros, hay miles de visitantes que discrepan en todo y están de acuerdo en una sola cosa: en no abandonar su anonimato cuando realizan sus comentarios. No se trata de una discusión de naturaleza jurídica: es obvio que cada uno puede entrar en un blog y hacer comentarios con nombre, anónimos o como mejor le parezca y le dejen. La cuestión es que esa opción generalizada tiene, me atrevo a aventurar, una explicación igual de general: la gente teme volverse demasiado transparente y, por ello, siente cierto vértigo cuando sus sentimientos e ideas se exponen a la intemperie de la opinión pública.

Detrás de esa pulsión introspectiva late la herencia de cuarenta años de franquismo resumidos en la idea: hijo mío, haz lo que sea, pero, por Dios, no te signifiques. Se trata de eso, de no desmarcarse, de no individualizarse, de no ser uno mismo hasta sus últimas consecuencias por miedo a no se sabe exactamente qué. De tirar la piedra y esconder un poquito la mano por si acaso alguien nos pide cuentas.

Uno, porque le da la gana, entra en un blog. Y lee algo. Y ese algo le gusta o le repugna. Y le apetece decirlo. Y lo dice. Pero se calla su nombre. ¿No hay algo contradictorio en un ejercicio de libertad acotado en el último instante por razones desconocidas?

Intuyo que tanto miedo no puede ser neutral. Y que si así vivimos así ha de ser el mundo que construimos. Un mundo en el que arrecia la desconfianza y en el que todos esperamos que alguien -ahora Obama, luego el salvador de turno- se moje por todos y nos saque las castañas del fuego. Lo que sea con tal de no asomar la cabeza y hacer frente a nuestros temores.

Y, así, esperando, bien protegidos de la vida y a resguardo de todo, nuestra alma se sumerge en el abismal viento engendrado por la caída, que es infinita y no conduce a ninguna parte.

Comentarios

  1. Depende.
    Internet es un medio cojonudo. Nos ha permitido leer, comentar lo leído al instante e interactuar con otros lectores y con el mismísimo autor del escrito.

    Comentar de forma anónima es no asumir las consecuencias y la responsabilidad de las opiniones que uno ha vertido en determinado blog. Pero también puede ser que uno quiera preservar su intimidad en este universo.


    Just complicated..

    ResponderEliminar
  2. Porque se hacen comentarios anónimos.
    Seguramente el miedo no es la razón, ¿a qué?. puede ser un deseo de preservar la intimidad, muy respetable. También puede obedecer a que el comentario le llegue al autor del Blog de una forma más limpia, cuando lo lea, lo recibe sin los elementos subjetivos que conllevaría el poner el nombre o la firma. Es el comentario sin más. Es como leer un artículo sin saber el periódico en el que ha sido publicado.

    Por otra parte, el que escribe el comentario anónimo tiene más libertad para hacer una valoración ya que no está encasillado en la imagen que el autor del blog tiene de quien realiza el comentario. En ocasiones, puede servir para vencer algún tipo de timidez.

    El voto en unas elecciones también es anónimo y por eso no deja de tener menos valor.

    Anónimo.

    ResponderEliminar
  3. Eso del deseo de preservar la intimidad....es una forma larga y algo tediosa de decir miedo.

    El segundo argumento es más interesante, pero, con franqueza no creo que la evitación de la subjetividada sea una preocupación generalizada. Pero puede ser, puede ser. Me parece interesante tu punto de vista.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

¿Algún comentario?