Mi padre, los trenes, Madrid y el PP.



- La tarde y la lluvia me traen la voz de mi padre que vuelve y que no ha muerto. Me telefonea a través de mi madre: ella llamaba y al rato él se ponía. Me chinchaba cuando el Barça iba mal y me restregaba los triunfos de su siempre recio e inasequible al desaliento Real Madrid. Hoy, por esos azares de la vida, durante un instante vertiginoso creí que iba a oir de nuevo su voz.

- Cada tarde el tren pasaba por Nistal de la Vega. Intuyo o escuché que iba a Madrid y que procedía de La Coruña. Entrada la noche la luz de los vagones iluminaba como un fogonazo las caras amarillentas de los pasajeros. Yo les miraba con una incredulidad que no sería mayor si fueran seres de otro planeta. Al instante el tren se iba y yo me quedaba allí, frente a la vía, varado en medio de la nada.

- Quizás por ese tren o por otras razones que he olvidado, desde niño presiento que todo lo importante sucede en Madrid, esa inmensa venta castellana en la que nunca es demasiado tarde para irse a casa. Lo curioso es que nada me resulta más asombroso que sus innumerables edificios oficiales -¿qué criaturas poblarán los infinitos negociados de esos Ministerios?-. A veces siento que Madrid me llama y me reta y que nunca conseguiré nada que merezca la pena hasta me enfrente al peligro y al miedo de la ciudad más hermosa y cruel de la tierra.

- Madrid es del PP. Casi toda España, lentamente, bascula en esa dirección, en un movimiento que creo inexorable e indeseable a partes iguales. Las razones del fenómeno son para mí evidentes: la vida nos hace acumular ausencias y pérdidas, dolor, lágrimas, miedos, desengaños e iras sofocadas en tardes de atascos de autopista. Por todos esos caminos, si uno se descuida, va licuándose la fe en los principios y, a cambio, se infiltra el ande yo caliente ríase la gente, la moral de pacotilla y el sálvese quien pueda. O sea, el PP, que al final gana porque juega a favor de obra: solo tiene que esperar a que el tiempo nos desgaste y nos convierta en seres que ya no creen realmente en nada que no haga bulto en la cuenta corriente.

Cada día estoy más convencido de que la felicidad pasa por tener buena salud y mala memoria. O sea, resumiendo: que estoy bien jodido.

Comentarios

  1. Desde luego te puedo asegurar que la felicidad pasa por tener buena salud, lo de la mala memoria ayuda mucho, salvo si la empiezas a perder de tanto medicamento como me está pasando a mí.
    Es curioso, cuantas más cosas olvido más me acuerdo de lo enfermo que estoy. En fin, que yo también estoy bien jodido.

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  2. Vendrán tiempos mejores, salvo para Madrid, donde volverá a ganar el PP.

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