El sitio de mi recreo
Hay noches, noches como esta, en las que daría lo que fuera por dormir en paz y no pensar en nada ni sentir nada de nada. Pero son las dos de la mañana y, de repente, sin saber muy bien cómo, con lágrimas en los ojos, me ha asaltado la necesidad de escribir algo sobre Antonio Vega, ese chico habitado por fantasmas que compuso algunas de las mejores canciones del pop español y que ha fallecido hoy a los 51 años.
Las canciones de Antonio nos llevan de la mano a parques de barrio llenos de árboles sin hojas y a esa sensación de derrota que produce saber que, al final, el mundo siempre acaba girando más deprisa que uno mismo. A los lugares en los que fuimos felices y a la felicidad que un día perdimos. A los sueños que olvidamos y a tantos y tantos pasillos de tren de madrugada en los que albergamos la esperanza de una vida mejor.
Una de las cosas que descubrimos al envejecer es que, además de amigos y conocidos hay otra categoría, extraña e impar, poblada por desconocidos personales e íntimos cuya desaparición nos arranca, inexorable y desoladoramente, un trozo de nuestra juventud. Personas que pusieron banda sonora a nuestros sueños y que expresaron mucho mejor de lo que nosotros llegaremos a hacerlo nunca el abismo de miedo, derrota y deseo que todos llevamos dentro.
De joven, en Asturias, muchas veces, en vez de estudiar, salía a pasear y, tumbado en el prado, me quedaba mirando los aviones que surcaban el cielo al atardecer, trazando efímeras estelas blancas en su camino a lugares remotos. Podía pasarme horas así, absorto y embobado, con la música de fondo de una pequeña y desteñida radio portátil en la que más de una vez sonaron las canciones de Antonio Vega.
"Donde nos llevó la imaginación
donde con los ojos cerrados
se divisan infinitos campos.
Donde se creo la primera luz
junto a la semilla del cielo azul
volveré a ese lugar donde nací.
De sol, espiga y deseo
son sus manos en mi pelo,
de nieve, huracán y abismos
el sitio de mi recreo.
Viento que en su murmullo parece hablar
mueve el mundo y con gracia le ves bailar
y con el, el escenario de mi hogar.
Mar bandeja de plata, mal infernal
es su temperamento natural
poco o nada cuesta ser uno mas.
De sol, espiga y deseo
son sus manos en mi pelo,
de nieve, huracán y abismos
el sitio de mi recreo.
Silencio, brisa y cordura
dan aliento a mi locura
hay nieve, hay fuego, hay deseo
allí donde me recreo".
Descansa en paz Antonio. Y muchas gracias.
PD. Dedicado a Gerardo, porque se que me entiende. Y a Maya, que me acusará -con razón- de incurable derrotismo existencial.
Descanse en paz.
ResponderEliminarRecuerdo como si fuera ahora cuando le vi una tarde por la Gran Vía de Madrid... Su pelo enmarañado, sus piernas interminables, su ropa negra y su eterna tristeza.
ResponderEliminarSiento que he perdido un compañero de viaje, un compañero que le puso banda sonora a tantos y tantos momentos de mi vida... Gracias, Antonio.
Hasta Siempre.
Una gran cancion hecha poesía. un saludo. Encrucijada.
ResponderEliminarNo deja de sorprenderme lo mucho que me identifico con todo lo que dices. Incluso en esta entrada. El día que murió Antonio, fue muy triste para mí, sin embargo, pocos lo entendieron. Gracias por la complicidad, se siente una menos sola.
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