Corrupción...



El tal Millet. Los amigos del Gurtel. Mallorca. Decenas de alcaldes de todo pelaje político imputados y sin imputar...

Siempre he creído que, cuando algo se repite no es buena idea pensar que es únicamente fruto de la casualidad. Debe haber algo más.

En el caso de la corrupción política la explicación más elemental nos lleva a la falta de ética de personal. Cierto. Sin delincuentes no hay delito. Citando a Edmund, en el Rey Lear de Shakespeare, "habéis de saber que los hombres son como su tiempo". Y este es un tiempo en el que robar, en sus múltiples manifestaciones (malgastar el dinero público, eludir nuestras obligaciones laborales, defraudar a Hacienda, engañar al prójimo argumentando que, total, todos lo hacen) no está particularmente mal visto. Lo que está mal visto es que te pillen con las manos en la masa.

Sin embargo, me niego a creer que los españoles seamos ladrones vocacionales (aunque confieso que me parece una interesante hipótesis de trabajo). Creo que hay una explicación adicional: la embriagadora mezcla de despiporre y falta de mecanismos de control que caracteriza a nuestro esquema institucional de administraciones públicas. Me explicaré.

En todas las épocas mesnadas de ávidos ciudadanos se acercan al mundo de la política para intentar compensar sus pocas luces y menos principios con sus muchas ambiciones. Lo que diferencia a las sociedades más avanzadas de la nuestra no es que haya menos mangantes vocacionales -que también- sino la existencia de mecanismos diseñados para impedir o, al menos dificultar sus fechorías.

En España, por diferentes razones, ocurre todo lo contrario: nuestro sistema político-institucional constituye un excelente caldo de cultivo para las corruptelas más variopintas. Veamos porqué:

- En los ayuntamientos el antiguo cuerpo nacional de secretarios-interventores, supremo garante de la legalidad municipal, se ha convertido en un reino de taifas, en el que cada comunidad convoca o no plazas, llenándolo, entretanto y para salir del paso, de interinos que poco pueden controlar a aquellos que les nombran. Algunos ayuntamientos llevan años sin aprobar sus presupuestos municipales. Otros aprueban un remedo de presupuestos sin orden ni concierto. Y otros no tienen ni contabilidad. Si, ni contabilidad: así como suena.

- La huida del derecho administrativo, de la que ya advirtió hace muchos años el insigne jurista Eduardo García de Enterría, es lluvia fina que porta lodos a raudales. La proliferación de sociedades municipales de economía mixta, fundaciones, consorcios, empresas públicas y otros originales artefactos ofrece infinitas oportunidades para la malversación de caudales, porque los controles se diluyen en sinuosos y opacos entramados jurídicos que vierten fondos sin cesar en los bolsillos mejor dispuestos.

- La omertá mafiosa. Cuando todos roban nadie denuncia. Esto es lo que ocurre, por ejemplo, en Cataluña. Siendo presidente de la Generalitat Maragall, con ese arrebato de sinceridad tan propio de los locos y los niños, amenazó a Convergencia con contar lo de su 3% (la comisión que, al parecer, CIU cobraba a los constructores). Convergencia no lo negó ni se fue al juzgado: sólo amenazó con romper relaciones institucionales si no lo retiraba. De igual modo, Felix Millet ha robado en el Palau con total impunidad porque, aunque robaba mucho, destilaba un poco de lo robado en todas direcciones para suavizar voluntades. Algo parecido ocurre con la financiación municipal y la de los partidos políticos: nadie denuncia nada porque casi todos hacen porquerías similares. Cuando hay un escándalo (moción de censura, denuncia) no es por un súbito arrebato de éxtasis ético sino: a) Por el clásico quitate tu pa ponerme yo, que ya me toca o b) Porque algún resentido/desplazado/dolido/perjudicado se revuelve contra el resto de la jauría (vid. caso Gurtel).

- Tenemos una abracadabrante administración multi-nivel: estado, comunidades autónomas, diputaciones provinciales, consejos comarcales, consejos insulares, mancomunidades de municipios, áreas metropolitanas, ayuntamientos, entidades municipales descentralizadas -la lista, aunque lo parezca, no es exhaustiva-. Esta frondosa jungla administrativa está repleta de oportunidades para el latrocinio, porque el berenjenal administrativo no ha ido acompañado de un aumento correlativo de las instituciones de control y fiscalización. No siempre es fácil defender a un rebaño de los ataques del lobo. Pero vigilar a trescientas ovejas borrachas y dispersas en medio del monte resulta imposible.

- La preocupación universal de la mayor parte de los jefes (director provincial/subdirector general/presidente de organismo/director general) no es proporcionar el mejor servicio posible a los ciudadanos al menor coste sino: a) no salir en la prensa, b) tener contentos a los superiores aceptando como propias sus ideas por descabelladas que resulten, c) hacer cambios solemenes e irrelevantes para que todo siga igual y obviar aquellos que, aunque beneficiosos para el ciudadano, pueden alterar el status quo, no sea que alguien se enfade y haya problemas, d) no dejar un duro en la caja, porque el ahorro no es síntoma de eficiencia sino de escasa capacidad de "gestión" y e) mantener contentos a los fieles y leales para perpetuarse en el cargo todo lo que la coyuntura política permita.

Esta es la realidad, amigos. No es edificante, pero conocerla es el primer paso para cambiarla.

Comentarios

  1. Excelente y exhaustivo, pero permíteme que discrepe en una de las cosas que dices.
    Te niegas a creer que los españoles sean ladrones vocacionales; estás hablando del país de Lazarillo de Tormes, del Buscón, son siglos los que llevamos ejerciendo (y presumiendo de ello, que es peor) la picaresca en todos sus peores aspectos. No creo (tampoco lo sé, es verdad) que haya otro país donde haya frases/refranes del tipo "Todo lo que no está atornillado al suelo es mío" o "Del cielo bajó una cabra atada con un cordel, con un cartel que ponía El Que La Pille, Pa Él".
    En la oficina, el que puede trinca clips y bolis, los folios, usa internet y el teléfono para cosas personales, como suele haber una caja B el que la controla pilla de forma que salga mas barato dejarlo que robe que echarlo y que denuncie a la empresa...
    Desde mi experiencia, aquí el que no roba es porque no puede, y los menos son gente honrada. Los menos.

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  2. Tienes razón pero intuyo que más que español -que lo es, desde luego-, es algo latino: un italiano o un griego harían (creo) algo similar. Son culturas del ser (esto es lo que hay) en las que el deber ser (lo que está bien y lo que está mal) no importa en absoluto.

    De todas formas, siendo menos los honrados, como bien dices haberlos haylos.

    Y lo que no se puede hacer (no digo que tu lo digas, sino que es algo que escucho con frecuencia) es justificar el latrocinio propio con los latrocinios reales o presuntos de "todo el mundo".

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  3. No lo justifico, ni mucho menos, me ofenden los trincadores que además hacen ostentación pública de su condición y se ríen del que no trinca tildándole de bobo; y a ver cómo le explica el honrado a sus hijos que robar está mal en un ambiente así.

    Y en cuanto a lo de que es algo latino, yo creía lo mismo hasta que empezé a fijarme en el nivel de corrupción en Africa, Rusia, Asia... Será la condición humana.

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