Luis Aguilé


La noticia de la muerte de Luis Aguilé me devuelve un puñado de viejos recuerdos. Le vi actuar en la romería de Albandi (Carreño) cuando yo tenía, no se, unos 16 0 17 años. Puede que me equivoque en las fechas, porque, ya se sabe, el tiempo lo desfigura todo bastante.

A veces -con más frecuencia de la que estoy dispuesto a reconocer en público- me sorprendo a mi mismo cantando:

"Es una lata, el trabajar
todos los días te tienes que levantar
aparte de eso, gracias a Dios
la vida pasa felizmente si hay amor".

Sucede a menudo que, en la vida, nos quieren por razones desconcertantes. Yo mismo, sin ir más lejos (ejemplifico conmigo porque soy lo que tengo más a mano) tuve una novia que me consideraba un tio graciosísimo. Lo malo es que ella creía que yo lo era cada vez que yo intentaba decir algo serio, así que el asunto acabó por resultar bastante molesto.

Yo mismo hubiera jurado que Luis Aguilé me caía mal. Siempre me pareció un poco facha y seguramente lo era. Y sin embargo, sin saber muy bien cómo ni porqué, resulta que justo cuando va y se muere, descubro que le he cogido afecto a ese sujeto extravagante con pose de notario de provincias pasado de whisky que, en cuatro versos, fue capaz de resumir mejor la esencia de la vida que las dos mil hojas del puto Tractatus de Wittgenstein, quizás porque había vivido más (y estoy seguro de que infinitamente mejor) que todos los filósofos de la historia puestos en fila india.

Lo malo de esas cosas que se descubren demasiado tarde es que, por desgracia, demasiado tarde es algo que acostumbra a tener mal remedio.

Comentarios

  1. "ese sujeto extravagante con pose de notario de provincias pasado de whisky". Joder, que imagen más acertada.
    Un saludo.

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  2. sabes... pensé y sentí lo mismo cuando oí la noticia...

    Mari

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