Banderas, genocidios, libertad, papel de baño.
Es un hecho relativamente poco conocido que el imperio turco -la actual Turquía- exterminó a más de millón y medio de armenios en el año 1915. Los armenios no eran habitantes de una potencia enemiga sino ciudadanos turcos de una etnia diferente (armenia) y con una religión distinta (cristianos) que fueron sistemáticamente exterminados y expulsados del país por los Jovenes Turcos, un grupo de políticos que se presentaron como liberales y acabaron (como tantos otros) ejerciendo de ultranacionalistas.
Todavía hoy el estado turco niega con fiereza el genocidio armenio. No sólo eso, con motivo de su reciente condena por parte del Congreso de los Estados Unidos, Turquía ha llamado a su embajador a consultas. La cosa es incluso más grave: mencionar el genocidio en Turquía supone la apertura de un proceso penal por traición a la patria, en un trayecto nada placentero que conduce directamente de la verdad a la carcel, pasando por la casilla del código penal.
Dos reflexiones:
1) Acaso no haya más difícil y más heroico que opinar contra corriente, en una materia que, por su propia naturaleza, sólo puede atraer graves problemas. Escapar a la fiebre de la masa idiotizante, alzar la voz en medio del silencio y proclamar una verdad inconveniente que, iluminada apenas con la exigua luz de la razón, resplandece frente a todo. Sólo por eso Orhan Pamuk ya merece todo mi respeto y mi admiración.
2) La mayor parte de la gente se toma demasiado en serio su "identidad", acaso porque ignora, hipnotizada por los atlas escolares, que las patrias y las fronteras son humo, casualidades polvorientas, ficciones, azares del destino, cárceles con trapo de colores, lineas arbitarias en mapas del tesoro, reductos de legañosas tradiciones, camisas con polilla, reservorios poblados por el miedo hacia los demás, hacia el que piensa otra cosa, hacia el de otro color, hacia el diferente. Y con frecuencia, como enseña esa historia que tanto nos inclinamos a olvidar, instrumentos de opresión de los propios (dictaduras, manipulación) y de los ajenos (guerras, genocidios).
Nuestra única patria es la razón, la ética personal y la libertad individual, la seguridad jurídica, la educación, los derechos humanos, los valores cívicos y el respeto al prójimo. Sabiendo que no hallaremos respuesta a nuestros temores ni amparo frente a la incertidumbre en la barbarie, la violencia o la irracionalidad. Ni en viejas supersticiones o rigurosos dioses destilados por el miedo.
Siendo sumamente excépticos cada vez que alguien, para vendernos cualquier cosa o prevenirnos contra cualquier enemigo imaginario, enarbole una bandera.
Sobre todo si enarbola esa que los libros de texto dicen que es la nuestra. Porque esa es, como todas las demás, una mentira con himno y fanfarrias.
Todavía hoy el estado turco niega con fiereza el genocidio armenio. No sólo eso, con motivo de su reciente condena por parte del Congreso de los Estados Unidos, Turquía ha llamado a su embajador a consultas. La cosa es incluso más grave: mencionar el genocidio en Turquía supone la apertura de un proceso penal por traición a la patria, en un trayecto nada placentero que conduce directamente de la verdad a la carcel, pasando por la casilla del código penal.
El escritor y premio Nóbel (2006) turco Orhan Pamuk (el único Nóbel turco) ha sufrido persecución política y penal en su propio país a raíz de unas declaraciones realizadas a un periódico suizo en la que pronunció la siguiente frase: «En Turquía mataron a un millón de armenios y a 30.000 kurdos. Nadie habla de ello y a mí me odian por hacerlo». La primera sentencia le impedía volver a cometer un delito en los siguientes seis meses, bajo amenaza de prisión y la polémica generada por sus declaraciones hizo que debiera abandonar temporalmente su país bajo amenaza de muerte. Posteriormente, el Tribunal Supremo -por la presión internacional- archivo la causa que se seguía contra el por "insulto contra la identidad turca", un delito que ha provocado fricciones con la Unión Europea, que considera -con toda razón- que esta delirante figura jurídica atenta contra la libertad de expresión.
En los últimos meses el caso contra Pamuk ha vuelto a saltar a la palestra informativa después de que el Supremo turco reconociese el derecho de un grupo de querellantes nacionalistas a exigir una reparación económica al sentirse "insultados" por las declaraciones del novelista. Dicho en otras palabras: ahora ya no quieren meterle en la cárcel, solo que pague una buena morterada a un conjunto de ultraderechistas por decir la verdad.
Dos reflexiones:
1) Acaso no haya más difícil y más heroico que opinar contra corriente, en una materia que, por su propia naturaleza, sólo puede atraer graves problemas. Escapar a la fiebre de la masa idiotizante, alzar la voz en medio del silencio y proclamar una verdad inconveniente que, iluminada apenas con la exigua luz de la razón, resplandece frente a todo. Sólo por eso Orhan Pamuk ya merece todo mi respeto y mi admiración.
2) La mayor parte de la gente se toma demasiado en serio su "identidad", acaso porque ignora, hipnotizada por los atlas escolares, que las patrias y las fronteras son humo, casualidades polvorientas, ficciones, azares del destino, cárceles con trapo de colores, lineas arbitarias en mapas del tesoro, reductos de legañosas tradiciones, camisas con polilla, reservorios poblados por el miedo hacia los demás, hacia el que piensa otra cosa, hacia el de otro color, hacia el diferente. Y con frecuencia, como enseña esa historia que tanto nos inclinamos a olvidar, instrumentos de opresión de los propios (dictaduras, manipulación) y de los ajenos (guerras, genocidios).
Nuestra única patria es la razón, la ética personal y la libertad individual, la seguridad jurídica, la educación, los derechos humanos, los valores cívicos y el respeto al prójimo. Sabiendo que no hallaremos respuesta a nuestros temores ni amparo frente a la incertidumbre en la barbarie, la violencia o la irracionalidad. Ni en viejas supersticiones o rigurosos dioses destilados por el miedo.
Siendo sumamente excépticos cada vez que alguien, para vendernos cualquier cosa o prevenirnos contra cualquier enemigo imaginario, enarbole una bandera.
Sobre todo si enarbola esa que los libros de texto dicen que es la nuestra. Porque esa es, como todas las demás, una mentira con himno y fanfarrias.
Gracias.
ResponderEliminar¿Este es el país al que Zapatero quiere ayudar a incorporarse a la Unión Europea? Pues que empiecen por exigirles que al menos sus ciudadanos se puedan expresar libremente, y sin eso que ni se sinten a hablar. Menuda vergüenza.
ResponderEliminarLos dos inventos de la "Humanidad" que más dolor, daño, sangre y liberticidio han traído son, por este orden : las fronteras (o sea, los países y ese cuestionable concepto de "nación") y la religión. No hay nada más ridículo y estúpido que dar la vida por la Patria o luchar en el nombre de Dios.
ResponderEliminarP.D.- Cuando en el título del post pones "papel de baño" supongo que te refieres a papel del culo, o sea, higiénico.