Ganar...perder...

La guerra civil española, esa que enfrentó a los malos con los peores, acabó con la victoria de los segundos. La moraleja del asunto debería haber sido que la victoria no es necesariamente un acto moral -no siempre gana el mejor o el menos malo-, pero los españoles somos seres poco dados a la sofisticación y durante más de medio siglo hemos entendido esa lección justo al revés: creyendo a pies juntillas que lo importante es ganar, sea como sea y que lo demás son gaitas.

La noche en que Tomás Gómez dijo no a Zapatero (vaya añito, colega), Trini y sus adláteres (es decir, los adláteres de Zapatero) se lanzaron en tromba a la yugular de Gómez con el trivial argumento de que Trini era mejor candidata porque tenía más tirón electoral (se ve que no necesariamente dentro del propio PSOE).

El argumento alberga una inelegante forma de perversión intelectual: si aceptamos que el mejor candidato es el que tiene más opciones de ganar hemos pasado, sin darnos cuenta, de la democracia a la demoscopia, de las elecciones como mecanismo para elegir a los mejores, a las elecciones como instrumento para ratificar a los candidatos que, según las encuestas, resultan más populares.

Siendo así, no entiendo por qué no damos un paso más en la lógica del modelo y hacemos que el asunto se resuelva completamente mediante encuestas de opinión, suprimiendo todos los inconvenientes de los, por otra parte, costosos y pesadísimos procesos electorales.

Zapatero, sus ministros, sus mamporreros y el abrazafarolas de Jaime Lissavetzsky olvidaron que el objetivo de un partido que se dice socialista no puede ser -no debe ser- ganar a golpe de encuesta, sino ofrecer a los electores una alternativa moral: enseñarles que, si bien la vida siempre nos ofrece un camino a la derecha en forma de miedo, racismo, demagogia o populismo a la Berlusconi, se pueden hacer las cosas de otra forma. Y "alunizar" en Madrid a Trinidad Jiménez sólo porque las encuestas (a saber qué encuestas) decían que eso era más ventajoso en términos electorales no era progresismo sino populismo oportunista de la peor ralea.

Queda para el recuerdo el patético papel de Lissavetzsky -el individuo que, con su lastimosa gestión de la política antidopaje nos ha convertido en el hazmerreir del mundo en la materia- alegando que Trini y él mismo constituían un "tándem electoral ganador" (afirmación que me hace dudar si su condición primordial es la estupidez, la petulancia o el oportunismo). La arrogancia de Pepiño, que a estas alturas se debe estar rasurando las uñas a la altura de los codos. Y el papelón del diario El País, consagrado durante toda la campaña al aliño y la manipulación informativa en contra de Tomás Gómez.

Esta noche estoy contento. No porque Zapatero haya sido derrotado, algo que considero irrelevanate si tenemos en cuenta que es un individuo amortizado, un completo muerto viviente, sino porque se ha producido una derrota (esta si) moral: aquellos que han procedido con malas artes y peores formas, aquellos que intentaron imponer la fuerza de la potestas despreciando el valor de la auctoritas, aquellos que siempre creyeron que, siendo ellos quienes eran, no había otra posibilidad que no fuera la victoria... han perdido.

PD. Hay una tradición muy curiosa. Rubalcaba, un político, por lo demás, brillante e inteligente, siempre elige mal en las primarias: apostó por Almunia frente a Borrell, por Bono frente a Zapatero y por Trini frente a Tomás Gómez. Pleno al quince.

Comentarios

  1. Bonita canción y bonita voz.

    Alfredo, no sabía que tocaras la guitarra eléctrica.

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  2. De acuerdo al 100%. Una vez más lo que dices creo que es fruto, además de la información, de la lógica y del sentido común (el menos común de los sentidos, es evidente). Un poco de ambas cosas les haría falta a todos estos "líderes" que mencionas. Lo peor, que deberían ser los mejores y a la vista está lo que son.

    Por cierto, ¿dónde se han metido ahora?

    Si tuvieran un mínimo de vergüenza y dignidad, entre otras cosas, se irían a su casa a cultivar patatas o algo así.

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